2005-01-09 01:00
Hoy hemos estado en el campo, pero en el mismo campo capital, en una zona que antes quedaba a la vera de la carretera nacional de Granada a Murcia, pero que ahora queda a la sombra (y, como siga la cosa así, debajo de los escombros) de la A92. Y aparte del campo propiamente dicho, prados cubiertos de escarcha, mejorana como para curar el colesterol (o lo que sea que cure la mejorana, si es que cura algo), hemos visto un burro.
Si, un burro. Un pollino. Uno joven. Aquí donde me ven, a pesar de ser de pueblo y haberme hartado de ver burros de pequeño (mejorando lo presente), debe de hacer años que no veo uno. Mulos y mulas, alguno que otro, desde el coche, mayormente. Pero burros, ninguno. Así que, teniendo cámara a mano, la he emprendido a fotos.

El burro, claro está, nada más vernos, salió andando en dirección contraria de la que proveníamos, es bien sabido que el urbanita dominguero no es una especie propicia para la pollinería. Y se ve que le entró también miedo al animalico, porque se orinó un tanto.

Pero luego, se ve que para recuperar el tiempo perdido, emprendió un trotecillo alegre, que quedó impreso de esta forma porque se vé que la cámara de 99 lerus no es muy allá y cuando le da un rayo de luz malamente me le da un yuyu que parece que ha tomado ácido.

Sin embargo, pronto recuperó la confianza, y fuera por la cercanía de un rebaño de cabras que estaba atento al quite, fuera porque todavía no le habíamos tirado ninguna piedra ni construido ningún adosado cerca de su cercado (valga la rebuznancia), se quedó parado y nos miró así, con el descaro que sólo los burros jóvenes son capaces de desplegar.