2011-08-09 17:13
No he leído nada de Terry Pratchett desde hace algunos años. Ninguno desde que escribo esta Atalaya. Y no sé por qué, porque a
PJorge le encanta y además hay tantos libros que tarde o temprano te encuentras con uno.
Yo me he encontrado con éste en las estanterías de mi casa materna, que sirven de registro de overflow a las de mi hermano, verdadero propietario del mismo, según consta en su exlibris. Así que pensé, qué diablos, no tengo más que tres libros empezados, vamos a empezar otro.
Éste libro comienza con un error, como
Buenos presagios, uno que cabría esperar que en mundos carentes de ecógrafos (como los de la guerra de las galaxias) sucediera más a menudo: un mago llega a donde va a nacer un bebé con el objetivo de morir y dejarle su vara; este bebé es el octavo retoño de un octavo retoño. Pero da la casualidad de que es una niña, Eskarina, y no un chavalote, lo que nace, y a quien el destino destina (que es lo que hace el destino) a ser maga. Con la ayuda de Esmeralda Weatherwax, una bruja, tratará de conseguirlo, contra Préstamos que se van por el conducto incorrecto, desviaciones del camino recto, y por supuesto la
tradición que dicta lo contrario.
Y todo esto en el curioso entorno del Mundo Disco, con la maestría que tiene Terry Pratchett para hablar directamente al lector moderno y mostrarle imágenes sacadas tanto del mundo mágico como de la cultura popular; con un ritmo endiablado, y un entramado literario sólido, continuo, sin capítulos, ni cliffhangers engañosos, sólo pura literatura destilada para goce del lector.
Algún día
J. K. Rowling será capaz de escribir así, pero sólo si encuentra el andén 8 3/4 que la lleve a la escuela Hogwarts para escribir decentemente libros de magia.