2003-08-30 11:45
Los osos, finalmente, y su sabiduría innata
Los bocatas cayeron poco después, mientras contemplábamos los primeros antílopes, o similar, y la primera jirafa, que más vale que se den prisa si quieren verla, porque tenía unas bubas en los cuernos y diferentes mataduras por el cuerpo, y además estaba muy solita. No sé, no le veía yo buena cara, ni siquiera para jirafa.
Los osos sí que tenían buena cara, y las avestruces, mucha cara: se acercaban a la valla y se dejaban hacer carantoñas, hasta que les hinchaban los huevos (que ya es decir en un avestruz) y lanzaban algún picotazo al colodrillo más cercano.
Y los osos pardos, yo para mí que no eran muy salvajaes, sino que les habían dado la jubilación anticipada en un circo y pasaban su ancianidad provecta en libertad condicional y entre sus congéneres. Lo digo porque había un grupo que se dedicaba a hacer monerías (u séase, oserías) al público presente con el objeto de recibir chucherías o, en su caso, un bocata de jamón; lo cual, claro está, hacía las delicias del público, e incumplía gravemente la prohibición de no lanzarle comida a los animales.
Volviendo de los osos, y buscando una vez más desaguaderos y, de camino, un cafetito, que, como no, te cobraban a precio de euro y pico, que para eso Juan Valdés había arrebatado la saca de Colombia supremo de las garras de las fieras, nos encontramos de forma imprevista con un a modo de tumulto que resultó ser una exhibición de aves rapaces en vuelo.
"No hay problema, no llegas tarde", pensé, porque detrás mío pasó un señor de porte erguido, vestido con unas botas chirucas impecables, calcetines de lanilla, bermudas de color caqui con vuelto, polo claro, chaleco a juego con las Bermudas, prismáicos, y gorra también a juego estampada con un logotipo; la barba blanca, además, le daba un cierto aire académico. Yo pensé que era el que iba a explicar el tema, pero resultó que la exhibición ya había empezado, y el señor se dirigió a la compañía con un acento de (insértese aquí nombre de pueblo cateto paradigmático en la provincia que sea). El chou estuvo bien, los milanos y águilas trincando al vuelo los cachos de pollo crudo que les lanzaban y eso.
A partir de ahí, la cosa estaba más complicada. Volvías por tu camino, para ver el resto de los animales de la primera parte, o seguías, veías todo y luego volvías. Pero claro, si volvías, perdías los ositos verdes. ¿O eran los rojos? Si seguías, ¿qué ositos eran?