2003-09-05 12:07
Inicialmente, lo
personal era símbolo de inconformismo. Cualquier cosa que te distinga externamente como persona, puede hacerte destacar, y puede convertirse en una manifestación política, como llevar una cresta mohawk (red skin) o ir pelado y con unas botas Doc Martens (skin) o simplemente no pelarse ni afeitarse, y llevar una camiseta con el Ché (...algo a la izquierda de la derecha).
Alvin Toffler, en su
Tercera Ola, empezó a hablar de la personalización masiva: los sistemas de fabricación flexible permiten hacer tiradas pequeñas de cualquier tipo de producto, de forma que, eventualmente se pueden hacer productos diferentes para cada persona; hoy en día en cualquier ciudad puedes ir a una tienda de camisetas donde te pueden bordar una donde ponga "Zoy er mejó" en tres colores diferentes. En muchas marcas de coches no se comienza a fabricar el producto final hasta que el comprador no lo configura, a veces desde una página web.
En informática, y fuera de la informática también, la personalización se convierte en
skinning; en juegos de rol masivos en Internet, hay expertos en skinning que te "construyen" la apariencia del avatar a medida, como contó
Helen Kennedy en el congreso New Media Paradigms; los móviles se pueden personalizar con logos, melodías y carcasas, y se ha desarrollado toda una cultura (o subcultura, me da igual) que es el
tuning de coches.
Hasta ahora, esta personalización tendía a ser "soft", es decir, posible dentro del software: juegos, la pantalla de un móvil; pero se está empezando a usar una personalización "hard", es decir, aunque detrás esté algún tipo de programa, un objeto puede cambiar físicamente para adaptarse al usuario. Donde yo he visto esto es en los coches: el
Volvo S40, por ejemplo, "recuerda" varias configuraciones de espejos, asientos, y lo lleva guardado en la "llave", de forma que al abrir el coche empieza a menearse hasta que se pone como el usuario correspondiente lo ha puesto por última vez. Al parecer, el Renault Laguna tiene hasta 5 configuraciones diferentes, que guarda en una tarjeta.
No será difícil que, en el futuro, esta "personalizacion" siga un protocolo de
interfaz abierto, de forma que, llevando uno encima un llavero o un colgante, cuando se monte en un coche, o entre en una habitación de un hotel, ésta le pregunte sus preferencias (usando algún tipo de conexión inalámbrica), y las recuerde cuando vuelva la próxima vez, o cuando vaya a alguna otra habitación de hotel.
Lo curioso es que la personalización, algo que comenzó como un signo de rebeldía, se convertirá simplemente en un gadget más. Pero así es la vida.