2003-10-16 18:05
Marte Rojo, de Kim Stanley Robinson es la historia de la primera colonia humana en Marte, y a la vez el principio de una serie compuesta por Marte en los otros colores primarios: verde y luego azul. Este libro ganó el premio Nebula en el año 92, el siguiente de la serie el Hugo. Ante una serie multipremiada nos hallamos.
A mí me suele suceder que estos premios no me suelen gustar demasiado. Da la impresión de que las novelas están escritas a caso hecho para ellos (al menos, eso sucedía hace tiempo), y por tanto, suelen incorporar ciertas características "innovadoras" que los hacen menos digeribles de la cuenta. No siempre sucede;
Los propios dioses, de Asimov, que ganó el Hugo y el Nebula en el 73, para mí, es la mejor.
En este caso, lo único innovador es la forma de enfocar el tema, y al estructura del libro: está compuesta por diferentes partes, cada una de ellas narrada por un personaje diferente. Estos personajes son de los
100 primeros, los primeros colonos que llegaron a Marte, y son tanto ingenieros, como sicólogos, como, aparentemente, políticos.
Y es que la novela tiene mucho de política. Las nacionalidades de las personas en la Tierra se hacen bien presentes en Marte, se llevan en el equipaje; muchos grupos ven Marte como una tierra de promisión donde pueden practicar su religión o costumbres de la forma que mejor entiendan, sin tener que someterse a más condicionantes que el suministro de agua y alimentos.
En ese sentido, Marte Rojo es un mundo bien construido, es un mundo en el que te puedes ver; más que ciencia-ficción, cabría habrar de geología-ficción, porque los cambios en el planeta introducidos por los humanos tienen importancia capital (en cada momento sabes cuántos milibares añade a la presión atmosférica un hecho determinado); los accidentes geográficos se describen con exactitud (supongo, porque no he estado allí), y hasta con exactitud piyaya.
Tampoco se olvidan los personajes: son personajes bien dibujados, con sus conflictos internos y externos, aunque a veces aparecen un tanto estereotipados (Boone, por ejemplo, es un ingenuo político-idealista-tonto-útil), y se repiten un tanto en sus diálogos. Para mí, uno de los personajes más entrañables y mejor conseguidos es Nadia, la ingeniera rusa. Los demás acaban cayéndote incluso un tanto mal (Chalmers, por malafollá, Boone, por inocente, Maya, por preadolescente de 80 años).
Y al final se hace un poco larga. El largo camino hacia no se sabe muy bien dónde de las últimas páginas, con descripciones geológicas por el camino, te hace desear ya que lleguen a algún lado y pase algo. No sé si le pusieron un límite mínimo de páginas, pero da esa impresión.
El resto está entre pasable y bastante pasable; al ser episodios con narradores diferentes, son más o menos autoconclusivos, y su lectura es bastante ágil. Pero, dado que se trata del inicio de una trilogía, no te acaban de dar muchas ganas de leerte el resto, la verdad.
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