2003-11-06 01:16
Alguna vez que he hecho una incursión allende
Despeñaperros, y se me ha ocurrido a esa hora que bisecciona la mañana tomarme el almuerzo (que precede a la comida del mediodía), pidiendo un café con leche y tostada de aceite, inmediatamente me he arrepentido. Por tostada suelen entender una cosa cuadrada de masa de pan, empapada de aceite, renegrida, alimenticia pero no comestible.
La tostada de aceite, que ya ha merecido
glosas de Antonio Burgos no es tan fácil como parece. Sólo un proceso de evolución a lo largo de miles de años, circunscrito al sur de Despeñaperros, al parecer, ha podido dar lugar a algo tan perfecto. O mejor, un proceso de coevolución de la tostada, el camarero que te la pone, y el que la consume. ¿Y cuál ha sido el resultado? ¿Cuál es la que se puede considerar la forma canónica de la tostada de aceite?
Para empezar, el
pan. El pan de la tostada debe ser pan. Parece una tautología, pero no lo es. Pan es lo que venden en las panaderías, lo que hacen los panaderos bien tempranito en la zona de Alfacar, o la Peza, o Gualchos, o tantos esos pueblos de la geografía andaluza que son sinónimo de pan en su comarca o provincia. No lo que trae el fresco del barrio. Incluso así, no todo el pan sirve. Los "ojos" del pan deben de ser de tamaño medio. Tamaño grande (pan tipo chapata, por ejemplo) hace que se embolse el aceite; tamaño pequeño, poca levadura, hace que el aceite no filtre todo lo que tiene que filtrar. Tamaño correcto, hará que el aceite, después de ser vertido por la parte de arriba, en pocos minutos deje una pequeña mancha en el plato.
El
corte del pan también es importante. Lo mejor es cortarlo de forma longitudinal, para que el balance corteza/miga sea óptimo. Si lo cortas en rodajas, tendrás demasiada miga, lo cual hará, entre otras cosas, que el aceite se filtre con demasiada rapidez y acabe en alguna prenda de vestir propia o ajena, con el consiguiente trabajo adicional por parte de la lavadora. Si es posible, debe cortarse justamente por la mediana del pan, que no la media. La mediana es donde está concentrada la mitad de la masa del pan; como el pan no siempre tiene simetría cilíndrica, la mediana está ligeramente por encima (o por debajo, según la panificadora) de la línea media que une los dos extremos del pan. Obtendrás así dos medias tostadas; de un pan salen, como es natural, dos medias tostadas, no dos tostadas. Es importante tenerlo en consideración.
¿Y cuánto hay que tostar la tostada? Sólo lo justo para que se pueda decir que está tostada, es decir, vuelta y vuelta. Las tostadas
bien fait suelen endurecerse con demasiada rapidez, aparte de tener peor sabor. Los elementos negruzco-quemados deben de reducirse al mínimo, aunque la tostada debe estar crujiente, y calentita.
La tostada generalmente se sirve en un plato con una servilleta debajo, en un intento generalmente vano de empapar el aceite sobrante, o quizás, en un intento también vano de que el cliente del bar no se pase con el aceite y eche vertidos de chapapote verde-dorado en el plato, para mojar sopas. Al lado del plato con la (media) tostada se suele colocar una aceitera.
Con lo cual llegamos al
aceite. Aceite de oliva virgen, y no digo extra porque no es lo que se suele encontrar en los bares que suele uno frecuentar. La virginidad, generalmente, se le suelen respetar, salvo en los bares universitarios; en la universidad no se le suele tener demasiado respeto a esas cosas (sobre todo porque los precios son por contrata y hay que recortar gastos donde se pueda). Así, a ojo de buen cubero, se pueden distinguir por el color: el aceite de oliva virgen es más espeso, y de color más verdoso. Y no me meto en cuestiones de acidez porque podríamos echar el día (y, además, la verdad, no tengo mucha idea).
Hay quien prefiere el aceite solo. Hay quien lo prefiere con ajo. Hay quien lo prefiere con otras hierbas, al estilo italiano. No es que sea muy carpetovetónico, pero en el algunos bares lo tenían así, y, la verdad, resulta agradable. Algunas malas lenguas afirman el efecto pernicioso del ajo sobre el aliento, pero también es cardiosaludable, qué caray.
Llegó la hora de verter el aceite sobre la tostada. ¿Llegó la hora? Pues no, falta un ingrediente muy importante: la
sal. Lo cierto es que es objeto de discusiones sin término: ¿aceite antes de sal o sal antes de aceite? De hecho, la sal no es soluble en aceite, o sea que el orden de los factores no altera el producto. Pero si echas la sal antes que el aceite, este arrastra la sal hasta los más profundos poros del pan, salándolo (y por tanto potenciando su sabor) de manera más uniforme.
En cualquier caso, el aceite se tiene que verter de forma espiral, generalmente desde fuera hacia dentro, hasta cubrir completamente la tostada. Por la viscosidad misma del aceite, irá cubriendo el resto, y, si acaso, se le puede ayudar cogiendo la tostada por una punta e imprimiéndole movimientos en espiral, si acaso, aplastándola un poco para que penetre el aceite en los más intimos recovecos de la tostada.
Tras unos instantes, una gota o gotas surgirán de la parte baja de la tostada. Entonces estará lista para ser deglutida.
Y no creáis que ha sido fácil escribir esto. Algo que se lleva en los genes, es difícil ponerlo en palabras, pero lo he intentado, para que cualquiera que se lo proponga (y tenga la materia prima a mano) pueda hacer una verdadera tostada. Si no los encontráis, buscad próximamente en el sitio web unatostácomodiosmanda.com.