2003-11-29 18:52
Siguiendo con
la serie que hace la autopsia a las visitas de un sitio, ya hablamos de
la parroquia, y ahora tocan los turistas, es decir, las personas que vienen a visitar la bitácora provenientes de buscadores.
Para empezar, son inevitables. También son, por decirlo así, evanescentes. No confíes nunca en ellos. Un pequeño cambio en el ranking de un buscador, por ejemplo, pasar de la primera página a la siguiente, puede dar al traste con todos los cálculos. Por otro lado, son inevitables, porque, escribas lo que escribas y sea con la intención que sea, siempre vendrá gente a tu bitácora buscando caniches desnudos. O algo por el estilo.
Siempre son bienvenidos, claro está; cuando uno escribe una historia que no es coyuntural, sino un pequeño ensayo sobre algún tema de interés, uno quiere, con toda la razón del mundo, que la gente lo encuentre y que lo lea. En ese caso, estamos de suerte: las bitácoras, por su esencia, tiene un bonus en los buscadores: el hecho de que se renueven con frecuencia, que tengan enlaces automáticos desde diferentes sitios, y el hecho que, de vez en cuando, también reciban un enlace intencionado, hace que, escriba uno lo que escriba, siempre va a tener un ranking más alto que cualquier otra cosa que alguien escriba, pongamos por caso, en una página personal.
Aprovéchemosnos de ello, pues. Tampoco hay que hacer gran cosa: simplemente poner a las historias un título que sea descriptivo, y usar las etiquetas de énfasis para ello (es decir, las de
heading o énfasis, no las de tipo de letra diferente). Si tu sistema de publicación de bitácoras además incluye el título de la historia en el título de la página, mejor que mejor. Y en lo de descriptivo, me refiero a que si uno habla de
persianas, titule la historia algo relacionado con las persianas, como
la vida en las persianas, y no
la insoportable levedad de los ocultadores de la luz solar.
Y hay siempre que tener en cuenta que, aunque uno escriba para la parroquia, al final siempre habrá turistas; no debe dar la impresión de que, al leer una historia, uno está en medio de una conversación cuyos interlocutores ni siquiera conoces. Las historias deben ser más o menos autocontenidas; si es imposible, hay que poner enlaces a otras historias anteriores que sean esenciales para comprender la actual.
En algunos casos, los turistas se pueden convertir en parroquia; por eso conviene no espantarlos desde el principio. Al fin y al cabo, todos somos criaturitas del señó.