2003-12-23 20:23
Después de hablar de los
churros, viene a cuento hablar de chocolate. Y aunque el chocolate a la taza es uno de los mejores acompañantes de los susodichos, lo prefiero en forma sólida.
Y lo prefiero como chocolate, chocolate. Lo que habitualmente venden como tal, o como chocolate con leche, es una amalgama de grasas de origen vegetal, leche, y un porcentaje de chocolate de verdad que no supera el 25%. El chocolate de verdad es negro, un tanto amargo, y deja un sabor de boca que persiste durante un rato. Para que sea así debe tener más de un 70% de contenido de chocolate, aunque los chocolateros de verdad lo prefieren al 90% o más. Excelente tomarlo, por cierto, acompañando el
té.
El quid de la cuestión es qué es el resto. En muchos casos, se trata de azúcar, leche, y las mismas grasas de origen vegetal.
En eso precisamente se diferencian los
chocolates belgas del resto de los chocolates: la grasa que incluye es también grasa de cacao. Y también por eso, aunque los chocolates belgas no tengan un 70%, tienen esa fama; en los aeropuertos, los que vienen de Bruselas se distinguen de los que vienen de las Baleares porque los primeros están cargados de cajas de chocolates y los segundos de cajas de ensaimadas.
Aunque dentro de los chocolates hay clases. A mi, particularmente, me gustan los
Leonidas. Tienen una buena relación calidad/precio, y, salvo los rellenos de mazapán, están bastante buenos. Por encima están los
Neuhaus y
Godiva, que valen casi 3 veces más caros, pero no están tres veces más buenos. Y, al parecer, los mejores de todos son los
Marcolini. Sin contar, claro está, la Bombonería Palacios, que está en Úbeda, que hace unos de los mejores bombones que he probado. Y no es porque sean de mi pueblo.