2003-12-29 18:31
All tomorrow's parties es como un reloj. William Gibson lo va construyendo, pieza a pieza, y, cuando están todas las piezas juntitas y funcionando, lo contempla, lo aprecia, deja que el lector también lo haga. Entonces le pega un mazazo.
El reloj está hecho de piezas tomadas un poco de todos sitios. No solo de sus otras novelas: Chevette y Rydell, de
Virtual light, Laney y Rei Toei, de
Idoru (uno espera ver aparecer a Case detrás de una esquina del ciberespacio), sino también, curiosamente, de otros ciberpunkeros: el
Lucky Dragon recuerda a las franquicias que tanto le gustan a Neal Stephenson; y el entusiasmo por las comunidades intersticiales es bastante de Sterling.
Y la novela, en sí, va también de relojes; una obsesión que al parecer tiene Gibson desde qeu se enganchó a las subastas de eBay. Uno de los protagonistas, además, es un anticuario especializado en relojes.
Pero claro, ese no es el tema principal. El tema son los puntos nodales; uno en concreto: Laney detecta su llegada, en el puente de San Francisco, relacionado de alguna forma con un tal Harwood, un hombre de negocios inmensamente rico, "una mezcla entre Bill Gates y Woody Allen", y envía a Rydell a investigar. Hacia el mismo puente va también Chevette, un asesino a sueldo un tanto zen contratado por Harwood, otros asesinos a sueldo también contratados por el mismo y más o menos para lo mismo, y algún que otro personaje lateral (una palabra que también tiene su importancia en la novela, igual que la frase
very expensive y
ordnance). Por el camino, Gibson nos explica porqué todos los ordenadores son de color gris-beige:
a shade of plastic most often encountered in downscale condoms
(p. 111); confunde
logaritmo con
algoritmo:
...one of those ways that there was probably a logarithm for: milling and dispersing
y relfexiona sobre la televisión en sus diferentes formas.
El estilo de Gibson es a veces un tanto recargado; se le ha comparado con J. G. Ballard, pero, a diferencia de este, las imágenes no son lo más importante de sus novelas (cuyo guión está bastante calcado de unas a otras, sobre todo en las últimas): lo es la acción. Los capítulos son cortos, la acción es rápida; la novela viene a ser como el
dancer, la droga de la que habla en la novela continuamente: te deja sonriendo, y deseando más al cabo del rato.
Lo único que decepciona un poco es el final. Algún cabo suelto, otros entrevistos; es probable, sin embargo, que ninguno de sus personajes sea ya apto para el reciclaje.
En resumen, una novela muy aconsejable, y probablemente, más asequible que sus obras anteriores.
La puedes comprar en
Amazon UK; la versión en castellano no he encontrado donde. Más reseñas en
Cyberdark,
Bibliópolis, o, con un poco de suerte
Stardust (aunque en el momento que he escrito esto no estaba disponible.