2003-12-31 02:05
Una de las grandes aportaciones andaluzas a la gastronomía universal son los desayunos. Es posible que fuera de Ándalucía haya una enorme variedad, pero, pongamos por caso, en Bruselas, se puede elegir entre gofres y cruasáns, con y sin chocolate, o con cosas untadas por medio, arriba o por abajo. Una visita a cualquier bar o cafetería andaluza te permite elegir entre suizos, medias, pulgas, pitufos, pan integral, manteca blanca, colorá, pringá, sobrasada, queso azul, aceite con o sin ajo, suizos plancha... y molletes.
Molletes de Antequera, claro está. Vienen a ser una especie de pan pita, es decir, tienen forma circular, pero más molla. Habitulmente se toman tostados con aceite, pero se pueden combinar con una o varias cosas de lo anterior. Lo curioso de los molletes es que es difícil encontrar un lugar de Andalucía donde no se consuman; uno se imagina esas carreteras que salen de Antequera llenas de furgonetas, a las seis de la mañana, dirigidas a los cuatro puntos cardinales andaluces.
Y es que Antequera, el truco que tiene es ese precisamente. Aunque no está geográficamente en el centro de Andalucía (que creo que queda por Écija o por ahí), sí es cierto que tiene el grado de intermediación más alto de toda Andalucía. De ella salen carreteras que comunican, en no más de hora y pico, con cuatro capitales andaluzas: Sevilla, Málaga, Córdoba y Granada; de ahí a las otras dos capitales, hay un paso (aunque no estoy muy seguro que los molletes lleguen a Almería).
¿Qué pasa entonces con los ochíos? Los ochíos son típicos de mi pueblo, Úbeda; originalmente probablemente eran tortas de aceite espolvoreadas con pimiento morrón; hoy en día, son toda una gama de productos basada en eso: pan de aceite y pimiento morrón. Los hay de tamaño torta, pequeñitos, en forma de pico con pimiento morrón picante y sal gorda, alargados como los bollitos de aceite. La versatilidad del ochío es mucho mayor que la del mollete: se toma con morcilla como aperitivo; con habas en las fiestas de la patrona, y en forma de bocata en cualquier ocasión.
Sin embargo, es difícil encontrar el ochío fuera de la Loma. Para más inri, ni siquiera han oido hablar de él. Y, lo que es peor, los fementidos baezanos incluso afirman que fueron ellos los que lo descubrieron.
¿Porqué sucede tal cosa? ¿Qué tienen los ochíos que envidiar al mollete? Podría afirmarse que es cuestión de marketing; Úbeda tiene sus cerros, pero Antequera tiene el Sol, que sale por ahí, y eso, quieras que no, tiene su influencia (y las furgonetas que salen de Antequera al salir el sol, claro). Pero yo tengo otra explicación: la red. Antequera no solo tiene un grado de intermediación mayor, sino también mayor
closeness que Úbeda: en fin, que la red social de las carreteras andaluzas (y probablemente, antes que eso, de los caminos) hace que, a eso de las once de la mañana (el amarretako, que dicen por allí arriba) muchos más andaluces pidan un mollete con tomate que un ochío.