Atalaya: desde la tela de araña

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Al servicio del software, o el software como servicio

2004-01-23 01:00 Hace ya algunos años, existía algo llamado dongle, un chisme que se enchufaba a algún puerto del ordenador, el serie o el paralelo, y que era invocado por programas como protección anticopia. Los dongles se fueron haciendo con el tiempo cada vez más sofisticados, incluyendo memorias con cada vez más capacidad, e incluso parte del código del programa; por su lado, los crackers también evolucionaron, y consiguieron saltarse esas protecciones.
Los dongles todavía se usan, aunque, por la incomodidad que representan para el usuario, y por su incapacidad para adaptarse a un entorno móvil y con redes, cada vez menos. Pero ha surgido un nuevo dongle: la internet.
Cuando mucha gente, o la mayoría de los profesionales, están conectados a algo, sucede una especie de cambio de fase: se puede contar con ese algo como parte de cualquier programa. Muchos CD-ROM, como la Encarta de Microsoft (y todas sus enciclopedias) se pueden actualizar a través de Internet; XP también incluía un código de activación para usarlo en Internet, y las actualizaciones se pueden descargar también de la misma forma.
Así que ¿porqué no usarlo como una forma de protección? Simplemente, deja parte del programa en Internet, de forma que solo puedan acceder los que estén autorizados, y sepas quien ejecuta ese programa. Eso es lo que plantean en este artículo de Curmudgeon Gamer (via Slashdot y Geek on Stun): las empresas ya lo hacen: usan servidores propios para juegos multiusuario, dejan niveles para descargar, sólo para usuarios autorizados, por Internet, e incluso cierran los kits de desarrollo de niveles para que los que usen esos niveles desarrollados tengan que ser también usuarios autorizados.
¿Pintan bastos? No sé, la verdad. Es cierto que el mercado de juegos es un mercado cautivo, y que la misma medida se está empezando a usar en otros campos. Pero, aunque sea el juego mejor del mundo, no creo que nadie esté dispuesto a pagar continuamente por el alquiler del código de un juego, o por bajarse nuevos niveles. Más que nada, porque la asignación de un gamer no se puede extender de manera infinita.
Es muy probable que alguien encuentre un nicho de mercado desarrollando juegos a la antigua usanza, de los que puedes usar desconectado, modificar agusto, y piratear también con más o menos libertad.
Sin embargo, lo curioso es que se use la propia internet para restringir la libertad del comprador. En fin, veremos a ver lo que ocurre. Al final Arturo Buendía va a tener razón.

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