2004-02-19 01:00
Como cada segundo miércoles, salvo error u omisión, ayer tocó taller de relatos. Se propuso como ejercicio escribir un remedo de
fan-fic, escribiendo un relato donde la protagonista fuera
Juana la Loca. Yo, acordándome de
este microrrelato que leí en
BoingBoing, escribí lo que sigue:
Sigmund Freud observaba a la mujer que se había tendido en su diván, aunque "había tendido" no acababa de describir lo que había sucedido. Más bien había aparecido.
La mujer, Juana de Castilla, miró a Freud, expectante. Si esto fuera un cuento, seguramente pondría que la mujer dijo quién es usted, y donde estoy, y todo eso. Sin embargo, lo que estoy contando es real. Con las mismas, el lector que sea capaz de creerse que Juana la Loca apareció en el diván de Sigmund Freud, tampoco tendrá ningún problema en asumir que se entendían en alguna lengua común.
Sigmund Freud le preguntó por sus sueños. Juana le contestó que soñaba con cirios. Freud anotó en su cuaderno "Envidia del pene".
Le preguntó por su infancia. Juana le habló de la cola del pequeño caballo que solía montar, y de lo mala y autoritaria que era su madre. Freud anotó "Complejo de Edipo, y más envidia del pene".
Freud le enseñó unas manchas de tinta, y Juana las interpretó como una torre, una espada, el cabello de su marido, y los cuartos traseros de un caballo. Sigmund subrayó, encuadró y retintó "Envidia del Pene", y, además, "histerismo".
Juana desapareció sin dejar rastro. En el diván dejó unos doblones de oro, y un cierto olor a caballo.