2004-03-08 01:00
Lo bueno de tener una the pila extensa en el tiempo y en el espacio es que de vez en cuando te sorprendes a ti mismo encontrando algún libro que no sabías que tenías. Este es el caso de
Summerland, de Michael Chabon, del que he olvidado hasta cuando y donde lo compré (aunque tengo cierto vago recuerdo de haberlo hecho en el aeropuerto de Viena, quizás Fernando me lo pueda confirmar).
También es sorprendente la razón por la que escoges un libro de una estantería en dos ocasiones: al comprarlo, y al leerlo. En el primer caso, tengo otro vago recuerdo de haber leido una buena crítica sobre él. En el segundo, posiblemente fue solo la sorpresa de encontrármelo.
En cuanto que comienzas a leerlo, te das cuenta que el libro es tan culturalmente extraño como uno que se base en los rituales de los
kikuyu. Porque este libro va, en realidad, de
béisbol.
El planteamiento, en realidad, el de un libro de fantasía. El protagonista, Ethan Feld, se encuentra a un
werefox (como un
werewolf u hombre lobo, pero en zorro -y compadezco con esto a quien tenga que traducir este libro al español-) que le explica que Coyote, el cambiador, quiere acabar con los cuatro mundos que componen el universo conocido, uno de los cuales es la Tierra o Middling y otro el mundo de las hadas y hados (llamados aquí
ferishers), llamado, precisamente, Summerland. Todos ellos salen de un tronco común de un árbol que nace en un pozo. El Coyote quiere envenenar ese pozo, para lo que secuestra al padre de Ethan, un científico.
Por supuesto, para evitarlo hay que jugar al béisbol. Ethan, dos amigos que resultan ser más de lo que aparentaban al principio, un par de ferishers, un gigante enano, una sasquatch y un
wererat componen el equipo que completa los 9 reglamentarios con alguien que van escogiendo en donde juegan (aunque al final sí se completa el equipo).
El libro tiene, por tanto, la estructura de una clásica
quest fantástica: camino a través de tierra extraña, se llega a sitio, hay una batalla (un partido de béisbol), se pierde algo y se aumenta en sabiduría y conocimiento interior, generalmente simbolizado por un objeto.
Hasta ahora no he dicho nada positivo del libro, pero lo cierto es que, salvados los obstáculos culturales, está bien escrito. Los personajes están bien dibujados y son entrañables, hasta el propio Coyote, los principales son personajes muy creibles, y la tensión se va construyendo hasta la partida de béisbol final (y esto podía ser un spoiler, pero en cuanto que pasas dos capítulos te lo imaginas, así que tampoco es que esté destrozando el libro).
Summerland no es la tierra media, pero resulta curioso el viaje a tavés de ella y de sus diferentes regiones. A diferencia de la mitología nórdica en la que se basa el Señor de los Anillos, aquí la mitología es puramente americana: tribus perdidas, jugadores de béisbol que viajan entre los mundos, mitos del salvaje oeste... hasta el propio juego del béisbol se convierte en un paradigma de la vida, y un invento del Coyote.
Aparte de ese: el libro tiene otro referente claro en la saga de Harry Potter: los protagonistas son preadolescentes, y cuando lees sobre Ethan jugando al béisbol, no puedes evitar acordarte de Harry con su quidditch.
En resumen, un libro entretenido, si es que tienes cierto conocimiento de béisbol, claro.