2004-03-18 01:00
El ejercicio del
taller consistía en un relato en primera persona sobre un personaje odioso. Hace más o menos un año,
Último asalto al reino mágico.
Los muy imbéciles, además, me han invitado a cañas. La tía vaca, que parece que se maquilla mirándose en una foto de Fofó.
"Qué guapa y bien arreglada está usted hoy, vecina", le digo. Y el cretino de su marido le sonríe, si está hasta enamorado, el imbécil. Si la viera revolcarse con el oso del butanero, como la veo yo, casi todas las semanas.
"No le quite ojo, vecino, que cualquier día se la quitan", les digo y me río, y ella se carcajea, y pone morritos, y se besan.
"Ya quisieran muchos estar como ustedes, es lo que yo digo siempre". Vacío la cerveza de un trago, y sonrío, dejando la mano sobre el vaso, a ver si los inútiles ponen a funcionar la neurona y se dan cuenta de que quiero más.
"Otra, ¿no?", me dice mi vecino.
"No, no te molestes"
"Venga, una para todos"
Le digo que cómo se nota que les van bien, y se sonríe otra vez. Cómo le va a ir bien, si le dije que se hiciera jardinero al ver que tenía el jardín hecho una pocilga y va el tontolaba y monta un negocio de jardinería, que hace falta ser subnormal. En la misma ruina, y encima su mujer se pule lo poco que gana, si hasta le ha regalado un gorro de lana al butanero, joder.
"Y bueno, también gracias a tu mujer, lo bien que administra la casa", le digo. Pero veo de refilón un reloj en el bar, y me acuerdo que había quedado con su hija, para echarle un polvo.
"Oye, no pidas la cerveza, que me acabo de acordar que he quedado con vuestra hija para ayudarle con las matemáticas".
"Si, ve, ve".
"Es tan buena gente", oigo que dicen mis vecinos cuando me voy. Claro que lo soy. Es lo más fácil.