2004-04-28 01:00
Lo descubrí una mañana, justo encima de la ceja derecha: un lunar redondito y pizpireto. Conozco lo suficiente mis cejas y sus contornos para saber que antes no estaba allí. Pero, ignorante de los mecanismos íntimos de los lunares, no le di mayor importancia. Hasta que al día siguiente, lo vi enmedio de la sien. Y al otro, flamenqueando desde mi hoyuelo en la mejilla.
Luego, o emigró a alguna zona inaccesible a la vista o simplemente desapareció. No solo él, sino también los demás lunares: ese lunarcito, casi una peca, que tenía en el dorso de la mano; aquél irregular del mentón, justo debajo de la barbilla; y, palpándome la nalga, no percibí ninguna irregularidad donde antes había tenido otro. "Será algo que he comido" pensé.
Pero, según me iba a acostar, vi sobre una pared lo que inicialmente pensé que era una famila de arañas, pero que, al acercarme, identifiqué como una nube de lunares. Allí estaba aquel redondito y marrón café torrefacto que me apareció cierta mañana, el primero, y todos los demás detrás, moviéndose casi imperceptiblemente, todos en la misma dirección.
Eso fue ayer. Hoy ha aparecido en mi mejilla un lunar grande e irregular, como una cucaracha despachurrada, y del mismo color. Con los mismos pelos también.
Ahora espero al lunar color café. A ver si se lo lleva.