2004-05-07 01:00
La revista Time, como viene siendo tradicional,
publica su lista de las 100 personas del año, que incluye gente imprescindible para entender la vida moderna tales como
Simon Cowell (¿participante en un reality show?) y
Katie Couric (una presentadora de la tele); por no mencionar a Bono y a Beckham. Es lo que tienen las listas: normalmente hay gente que uno no conoce, y gente que crees que no merece estar ahí.
Peor todavía es cuando uno tiene cierta posibilidad de estar en esa lista, y se queda
en el 101.
En la blogosfera, otra cosa no, pero nos encantan las listas. A mí
el primero. Pero las listas hay que tomárselas como lo que son: un artefacto de, primero, a quien se le ha ocurrido hacer la lista, y, segundo, de la metodologia que haya usado para hacerla. La metodología casi siempre suena a "lo que sea para que salgan los que yo quiero", y, en la mayor parte de los casos, inconscientemente, es así. Todos somos humanos. No somos
Data.
Un tipo especial de listas son los premios. Ahí también cabe lo de antes: participa quien quiere, se presenta quien le interesa, y las categorías se hacen también a posta. Por eso también hay que tomárselas como lo que son: un concurso de popularidad más o menos restringido, y en el que participan los que están interesados en concursos de popularidad.
De lo anterior se deduce un lema: siempre habrá una lista o concurso en el que uno pueda estar entre los 10 mejores, o entre los finalistas. "Bitácora más popular entre las tempraneras", "10 Bitácoras en Blogalia cuyo autor no usa perilla", "Bitácora blogalítica pesos super-welter". Ya nos reimos de aquello en
la risa de Smith, y nos seguimos riendo.
Como conclusión: la manía de hacer listas es una manía como otra cualquiera (y una forma como otra cualquiera de rellenar una historia), pero cada lista hay que tomársela como lo que es. Si dejas que eso te influya de alguna forma, la llevas clara.