2004-06-08 01:00
Esta frase nació como slogan de
Sun Microsystems para tratar de conseguir ventaja sobre Microsoft. Microsoft domina los ordenadores de sobremesa, eso está claro; la mayor parte de los ordenadores usan sus sistemas operativos. Pero ¿qué ocurre si sobre ese sistema operativo añadimos una capa, llamémosla
navegador, que nos permite acceder a un montón de servicios desde cualquier parte? Pues que el ordenador es la red, efectivamente.
La idea de igualar el ordenador a la red es relativamente simple: coloquemos en el ordenador, o encima del ordenador, una
capa que permita acceder a la red y hacer una serie de cosas, como almacenar ficheros, de forma independiente del tipo de ordenador y sistema operativo en el que nos encontremos. El navegador sustituiría al sistema operativo, y ofrecería todos los servicios que permite habitualmente éste. Cualquier cosa que se necesite estaría en la red: en vez de un programa de correo, se usa el correo en la web; se almacenan también ficheros y se recuperan a partir de un interfaz web, que puede ser tan sofisticado como uno quiera; puedes poner calendarios, procesar textos, realizar cálculos... todas las facilidades de un paquete de ofimática caben en un navegador.
Evidentemente, si todos los servicios proceden de la misma fuente, se corre el peligro de volver al mismo monopolio del que se huye; pero, afortunadamente, hay navegadores procedentes de muchas empresas, los mejores, como el
Firefox, son libres; los lenguajes en los que se basa el concepto, como el Javascript y el Java, son también más o menos libres (el Java, cada vez más), y la mayor parte de los servicios puedes conseguirlos gratuitamente de una serie de compañías como
Google o
Yahoo.
También puede ser un problema si se pasa de un modelo en el cual se paga por un programa, y no hay que volver a pagar por él, a un modelo en el que se paga por servicios: tantas palabras procesadas, tanto tienes que pagar. Aunque es evidente que hay servicios de pago (hay webmail de pago, por ejemplo), siempre habrá otros muchos que sean gratuitos. Todo eso puede cambiar, claro, pero, por lo pronto, no tiene pinta de hacerlo.
El navegador, además, está diseñado para eso: admite cualquier tipo de protocolo, y el lenguaje,
HTML, es un lenguaje de descripción estructural. Aunque la programación de un servicio basado en la web es bastante diferente de la programación de algún otro tipo de programa (aunque no demasiado diferente, porque se trata, al fin y al cabo, de programación visual), tampoco es como para que no pueda hacerlo nadie. Y si falta algo, ahí está el Flash, que incluye también un lenguaje de programación, o múltiples plugins para el navegador que añaden las capacidades que les faltan.
Microsoft apunta a lo mismo con su .Net: una máquina virtual, situada encima del sistema operativo, que ofrece sus mismos servicios, y, además, independencia de la máquina; integrada en un navegador, puede hacer lo que te dé la gana. Pero no ha llegado a tener tanto éxito como la máquina virtual de
Java y el mismo Java, que hoy en día se puede encontrar hasta en los teléfonos móviles.
En fin, que dondequiera que haya un chisme con un navegador conectado a la red, allí estará
mi ordenador, porque mi ordenador es la red.