2004-07-29 01:00
Hace unos años, en el siglo pasado, se produjo un
interesante debate entre
Jaron Lanier y
Pattie Maes sobre la necesidad de los agentes inteligentes. Jaron Lanier dijo, literalmente:
The idea of 'intelligent agents' is both wrong and evil
Los agentes inteligentes a los que se refería este debate son programas que filtran información para el usuario, y le muestran la mejor opción en diferentes campos: desde la recomendación de películas (que era lo que hacía el
servicio Firefly, que fue el que lanzó a Pattie Maes a la fama y a las riquezas), hasta la mejor opción de compra.
Lanier argumentaba que el no usar nuestra inteligencia para filtrar información nos convertiría en seres estúpidos. Con lo que no contaba Jaron Lanier es con la inundación del correo basura: cuando cada hora se reciben más mensajes de los que el dedo de uno es capaz de borrar, necesitas un agente inteligente que los filtre. No es cuestión de conveniencia, sino de vida o síndrome de túnel metacarpiano. Por eso, los agentes inteligentes (pues no es otra cosa lo que son los
algoritmos bayesianos en los que se basan los filtros anti-spam) se han incorporado de forma bastante natural en nuestras vidas, y ese debate, aparte de olvidado, se ha quedado obsoleto.
No sé que estará pensando ahora Jaron Lanier sobre el tema, pero yo, la verdad, estoy bastante aliviado. Y el problema es que ya los agentes inteligentes no sólo son una conveniencia, sino una necesidad. Usamos lo maligno todos los días, y, además, no nos podemos pasar sin él.