2004-08-10 01:00
Siguiendo la tradición de cuentos veraniegos que inicié con
Contraataque, ahí va este día de playa:
La radiación ultravioleta y el viento iban a alcanzar valores máximos, así que era preciso pertrecharse adecuadamente para pasar el día en la playa. La crema con factor de protección 6000 era suficiente para evitar un cáncer galopante e inmediato, e incluso para detener balas de pequeño calibre, pero el viento podía ser capaz de levantar sombrillas y otros artilugios y lanzarlos a gran velocidad, así que empaqueté un generador de escudo anti-materia marca "Rodríguez y Malagón RM GTI 20V", que, aunque ilegal, era capaz de desintegrar cualquier objeto arrojadizo en milisegundos.
Por si lo que caía en el escudo era algo por lo que alguien pudiera sentir especial aprecio, escogí también los hidropatines "Náutica Páez turbo 7000", que eran capaces de situarme en aguas internacionales en pocos segundos. Como aquella vez que cayó en mis manos un rollizo bebé con bigote y estuve meditando quedármelo durante algunos instantes, hasta que aparecieron sus dos padres, que reconocí inmediatamente por el bigote. Las familias clónicas es lo que tienen, que les sacas el parecido de momento. Por cierto, que fue el mismo día que una sombrilla empaló a tres miembros de una familia simultáneamente, y se hubieran salvado, porque los robomédicos no estaban lejos, pero no pudieron ponerse de acuerdo sobre hacia donde corres, así que fallecieron allí mismo. Por eso yo llevo siempre encima mi "Descargador de memoria y personalidad Sony PersonMan", y cargado de batería, que si no luego al darte un cuerpo nuevo pierdes un par de días, o de meses, y ya la tienes liada. Menos mal que ocupa poco y además tiene radio digital via satélite. Con todo y con eso, la impedimenta ocupaba una cibermochila a la que, por cierto, le costó algún trabajo optimizar la colocación de todo; y pesaba un quintal.
Con la mochila cargada a la espalda dirigiéndome a la estación del tubo, miraba con envidia a las familias que podían permitirse un androide multiforme que llevara sus pertenencias: acá, un grupo de tres seguido por un pollobot que cargaba con todo me adelantaba con paso presuroso; acullá, un grupo de una docena de clones de edades escalonadas cargaban sus chismes en un multibot todoterreno. Yo resoplaba bajo mi carga, y ni el generador climático portátil "Toharia THX3 Plus" que había cargado en el último momento podía impedir que sudara.
Como era de esperar, el servicio de vigilancia perimetral playero detectó y me confiscó mi generador de antimateria al acceder a la playa; menos mal que había disimulado dentro del tubo de la sombrilla un láser de varios gEV, porque ir a la playa indefenso tampoco es plan; además, el color azul verdoso que nos da la crema protectora me hace destacar demasiado. Tenía que haber metido también un distorsionador de campo visual, el que regalaban hace dos domingos con el periódico, pero la cibermochila seguro que habría protestado.
El ligero fastidio que eso me produjo no me impidió disfrutar de mi rato en la playa. Activé el detector de bellezas de mi omniordenador de pulsera (un Casio que me compré en Andorra) para no tener que estar en plan Terminator todo el tiempo. El omniordenador me avisaba susurrando: "Maciza a las 5 en punto" o "Cachas a las 11", y no tenía más que levantar la cabeza imperceptiblemente para captarlos en todo su esplendor. O no, porque se quedaba grabado y podía verlo más tarde, aparte de darme algún beneficio al ponerlas en Internet, no mucho, porque todo el mundo hace lo mismo y, además, lo que se lleva este año son las bellezas tahitianas y tamiles, más exóticas, donde va a parar. Me hice una nota a mi mismo: invertiría los beneficios de lo que sacara bajándome algo de eso. Aunque no creo que me llegue.
Pasé así la tarde, viendo surgir pústulas de la piel de turistas desprevenidos, que no se habían puesto protección; ya lo he dicho, mínimo 3000, y el doble si eres de piel sensible; bañándome lo justo. Hubo una pequeña conmoción cuando surgieron no se sabe bien de donde un grupo de personas vestidas con trajes de baño que abarcaban del cuello a los tobillos. Se reunieron, dieron unos cuantos gritos que parecían reivindicativos, se dieron un chapuzón, y desaparecieron como habían venido. Una manifa instantánea: sólo había que añadir agua. Su marcha fue acompañada de las murmuraciones (y mensajes en mi omniordenador) de toda la playa: "Habráse visto..." "¡Vestidos! ¡Como en el siglo pasado!" "Que se vayan a su zona y no molesten" "Y ni siquiera piensan en los niños..."
Por mi parte, grabé todo, porque el fetichismo textil tiene sus adeptos, y se paga mejor incluso que lo otro. Pero casi no tuve tiempo, porque por megafonía se emitió un anuncio:
-Se encuentra en la caseta de socorro un androide marca "Gutiérrez e Hijos" modelo "GH202" que dice llamarse Alfredito y haber perdido la conexión con sus controladores y parte de la memoria. Se ruega por favor a sus controladores se dirigan a esta caseta.
Un androide... lo que yo siempre he querido. Inmediatamente mandaron también las imágenes a todos los omniordenadores; no era multiforme, y más bien tirando a retaco, pero parecía robusto. La cara en su pantalla facial tenía una expresión de desorientación, como de recién arrancado.
Tenía que ser mío. Me dirigí inmediatamente hacia la caseta, donde estaba siendo atendido por un técnico informático, que trataba de recuperar su memoria, y dije que era mío.
Ahora vive conmigo; me ayuda, y no conoce otro controlador que yo. Eso sí, he tenido que dejar de ir a la playa.