2004-09-27 01:00
Hace tiempo escribí
una historia donde exponía razonadamente las razones por las que Borjamari se equivocaba criticando a troche y moche. Hace ya más de un año de aquello, y, aunque las razones siguen siendo más o menos razonables, creo que me equivoqué. Para empezar, me equivoqué en el formato, que no sé donde diablos lo escribí que tiene más retornos de carro de la cuenta; pero para seguir, creo que las razones que dí atacaban a algo, no es a la existencia de
Borjamari, sino más bien al tono de alguna de sus críticas.
Si a estas alturas de la película blogosférica digo que Borjamari es lo mejor que le podía haber pasado a la blogosfera, todo el mundo empezará a preguntarme qué he fumado hoy. Pero ni ha sido tan malo, ni creo que sea ningún desastre. Es más, yo diría que ha sido una de las influencias más beneficiosas de la blogosfera en todo este tiempo. Y me explico (lo que no quita que dentro de un año diga Borjamari se equivoca dos veces, y yo me equivoqué cuando dije que me equivocaba).
Primero, lo importante, para mi, en la blogosfera, es la red. Borjamari no hace distingos, no ningunea, ataca por igual a tirios y a troyanos; y eso significa que todos lo leen. Sí, todos. Tú también, reconócelo, venga. Seguro que no lo tienes en el agregador, pero seguro que también te pasas de vez en cuando para ver qué se cuenta. Por tanto une zonas dispersas de la blogosfera, y hace que sitios de los que nunca se había oido hablar de repente sean bendito (una vez más, sí, benditos) por el "efecto Borjamari", un diluvio de visitas con la que nunca podrían soñar. Por eso aparece en los ránkings de sitios enlazados; podemos discutir sobre porqué lo enlazan, pero el hecho es que lo hacen. Una crítica en Borjamari garantiza un enlace de vuelta.
Otro aspecto borjamariano que es de admirar es su coherencia. Se mantiene fiel a sus principios, criticando a quien le da la gana,
palo a la burra blanca, palo a la burra negra, exigiendo calidad (en lo que podemos o no estar de acuerdo), y también exigiendo coherencia en los demás. Por eso se atreve a decir lo que muchos otros nunca dirán, perdón, diremos. De donde
no se deduce que todas sus críticas me resulten agradables o positivas; porque de gustos y colores no hay nada escrito. Pero lo que si es cierto es que se ha mantenido independiente, yendo a su puta bola. Como Dios manda.
Tampoco voy a decir que todo me parezca positivo. A veces es demasiado hiriente, y sobre todo lo toma con ciertas personas, llegando a ser algo insultante (con el menda, sin ir más lejos), pero a veces, solo a veces, cuando hay que rectificar, rectifica. En general, sus escritos tienen un poco de mala leche; aunque aquí tampoco es que me vaya a erigir en paladín de las buenas costumbres, después de lo que hacemos de vez en cuando en
la sonrisa de Smith.
A veces también es un tanto enrevesado, y aquí empieza mi pequeña crítica. Entre frases auto-deprecatorias, anécdotas sacadas del Catón o vaya usté a saber de dónde, es muchas veces difícil distinguir qué es lo que realmente está diciendo. Como muchas veces también acaramela críticas despiadadas con alabanzas, o quizás al revés, y al final acaba uno como el gallego en la escalera, que nunca se sabe bien si sube o si baja. Pero bueno, es así y ya está.
Yo creo que al final Borjamari es un poco como el tío borrachín ese que nos encontramos a veces en bodas, bautizos, bar mitzvahs y demás acontecimientos familiar-profano-etílicos: tratamos de mantenernos a cierta distancia para que no se meta con nosotros, pero no a demasiada como para no enterarnos de a quién está poniendo verde en ese momento. Pero ya se sabe, los borrachos y los niños dicen la verdad.
Que no siempre es el caso aquí, porque no existe la verdad en una crítica a una bitácora, pero creo que ya me entienden. O no.