2004-11-03 01:00
Hace ocho meses hubo elecciones en España, y la verdad es que de entonces ahora no ha cambido la cosa mucho. Los atascos siguen igual de mal que siempre, la televisión pública igual de tendenciosa que siempre, y el resto, pues más o menos. Eso sí, ha subido la gasolina un güevo. En Iraq, Palestina y Corea del Norte, siguen igual, más o menos.
Posiblemente haya cambiado algo la cosa en Ecuador y en Marruecos; no sé si en Francia o en Portugal. El hecho es que el voto de un españolito de Mondoñedo afecta al resto de los paises del mundo. Poquito, pero afecta.
Incluso, posiblemente, a los Estados Unidos. La autodeterminación, en realidad, no existe. El voto en un ámbito de decisión pequeño afecta a un ámbito de decisión grande. Y, por supuesto, al contrario. No cabe duda de que, salga quien salga (y me temo que va a podría salir quien no debería salir), nuestra vida sufrirá un cambio posiblemente mayor que el que ha sufrido al cambiar el alcalde, la diputación provincial o el parlamento regional. ¿Qué pasará si Bush, ahora sí, decide empezar a perforar en Alaska? ¿Si baja los precios de la gasolina, aumentando su consumo? ¿Si sigue sin ratificar el protocolo de Kyoto? Pues que sube el nivel del mar, y de repente, puf, ¡adiós Marbella! Y entonces sí que la hemos jodío (nada nos garantiza, por cierto, que si es al revés no suceda, pero parece que, al menos, la decisión caerá en una persona que tiene todas sus neuronas bajo control).
En fin, Pilarín, que yo no sé si sería conveniente que el resto del mundo se considerara el estado 52 (o 53, no estoy muy seguro), con 15 o 20 votos electorales. O 40. Y viceversa, claro.