2004-11-23 01:00
Una de las reivindicaciones de la
segunda modernización de Andalucía, de la que hablé (no muy bien), y que finalmente ha sido incorporada al programa del gobierno actual de la Junta es el que la Internet sea gratuita. A mi no me gustaba mucho la idea, la verdad, pero, después de una charleta el
viernes pasado, ya no estoy tan seguro.
El argumento principal es que la conectividad de banda ancha debe ser un servicio público, como lo son las carreteras o las vías de ferrocarril. Quien quiera un servicio adicional (banda más ancha), que lo pague. Y, la verdad, es un buen argumento.
Porque, para empezar, somos muchos los que tenemos la Internet gratis: todo el mundo que la tiene en el trabajo o en el sitio de estudio, y la usa para cosas no directamente relacionadas con el mismo. También es gratis en muchas
bibliotecas públicas, y, ni se cae el cielo sobre nuestras cabezas, ni van a la ruina los
minoristas de internet, los cibercafés. Y está claro que en todos los casos, aparte de los entretenimientos más o menos espúreos, que proporcionen, hay un beneficio claro.
Pero a partir de eso, está claro que la Internet gratis no es gratis; alguien tiene que pagarla, y tiene que salir de algún lado. Y ya puestos a eso, y teniendo en cuenta que ir en tren de Almería a Sevilla puede durar 6 o 7 horas o directamente ser una misión imposible, no tengo muy claro cuáles deben ser las prioridades. Dar internet gratis puede aumentar incluso la célebre
brecha digital: seguro que la banda ancha no llega igual a todos sitios, y al centro de Málaga o a
Churriana, que está al lado del
PTA, llega antes que a
La Iruela o a Aracena.
Ninguna opinión es fácil. Y aunque estaría bien que hubiera un servicio de banda anchita básico gratuito, tampoco estoy tan seguro de que fuera lo mejor; y en todo caso, lo mejor es enemigo de lo bueno.