2005-01-15 01:00
Los parroquianos de esta Atalaya sabrán de mi debilidad por este autor, y los libros de viajes en general:
comencé con el Gran Bazar del Tren, seguí con
más historias ferroviarias. Esta historia ni es ferroviaria, ni se trata de un safari: se trata de atravesar África de punta (El Cairo) a cabo (El Cabo, precisamente), por tierra, siempre que sea posible.
Es uno de los libros más recientes de Theroux, incluso posterior al 11S, y a los atentados de Al Qaeda en las embajadas americanas de Kenya y Tanzania, dos paises por los que pasa, y eso hace que resulte un tanto extraño. Los libros de Theroux tienen una cierta cualidad atemporal, y el hecho de que se refiera a hechos que tiene uno tan recientes hace que parezcan más documentales, más National Geographic.
Aunque eso es precisamente lo que no parece este libro. Si hay una corriente subterránea en él, es el deseo de sacar a África de su marasmo; pero ese mismo deseo contiene una contradicción, porque el libro es, a su vez, un alegato explícito contra las ayudas al continente, los
representantes de la virtud en sus land rovers blancos a los que se refiere una y otra vez en el libro. Paul Theroux formó parte del Cuerpo de Paz (que no Cuerpos de Paz, la traducción de Corps es cuerpo, como army corps es cuerpo de ejército), una ONG americana, y estuvo enseñando en Malawi durante mucho tiempo. En este libro, vuelve a la escuela donde enseñó y se la encuentra despedazada, desintegrándose, con maestros abúlicos que no se molestan siquiera en barrer los pasillos ni en evitar los robos de la biblioteca. Todo en la África que él conoció ha ido a peor, a consecuencia de las ayudas bienintencionadas, los gobernantes corruptos, la dejadez de los propios africanos, una cadena de causas y efectos que es difícil de desenmarañar.
En cuanto a la novela en sí, si te gusta Theroux, este te gustará bastante. Si te gustan los libros de viajes, supongo que también. A veces es un poco reiterativo: recapitula varias veces, el final en Sudáfrica se alarga un tanto artificialmente. Sin embargo, tiene capítulos muy interesantes. Si en
el expreso de la Patagonia nos lo encontrábamos conversando con Borges, aquí lo hace con
Naguib Mahfouz y
Nadine Gordimer, cuyo marido muere y es enterrado en el último capítulo. Por cierto, que tengo curiosidad por leer el relato erótico que está escribiendo durante todo el libro, y que acaba en el último capítulo.
Un dato curioso: durante el viaje, Theroux lee un titular de un periódico que dice que le han concedido el nóbel a un escritor trotamundos, sin decir nada más. Desconcierta un poco, porque no dice el nombre, y uno piensa que es una broma. Pero no, el nóbel ese año se lo dieron a
V. S. Naipaul, que fue inicalmente un gran amigo, y con quien luego se enemistó. Antes del viaje, Theroux había escrito
La sombra de Naipaul, una historia de esa relación. Un libro que, por cierto, del que Nadine Gordimer habla en este, comentándole a Theroux que le ha gustado. Supongo que la segunda corriente subterránea que hay en este safari es la de una cierta venganza literaria hacia Naipaul.
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