2005-05-19 09:23
Hace tiempo leí un artículo de mi paisano Juan Eslava Galán sobre la soledad del firmador de libros, y ayer tuve la ocasión de experimentarlo en mis propias carnes. La ocasión era la
re-presentación de Nuevos Cuentos del Alambre (una
foto en directo aquí).
Supongo que nunca habréis estado en una movida de éstas. En una presentación de un libro, los autores hablan del libro, dicen que se han inspirado en el vuelo de los moscardones en una noche de invierno y en las leyendas de los hmong laosianos, y que se lo dedican a su madre, a su profe de educación física en 3º de BUP y al alcalde pedáneo de Polopillos, sin cuya construcción extemporánea de carretera a su finca no habría tenido que estar aislado durante 3 años, y, por tanto, no habría tenido tiempo de escribir la susodicha novela en 328 capítulos, prólogo, dos codas y 45 notas a pie de página.
Cuando se presenta un libro de cuentos es más o menos así, pero hay más buen rollito. Para empezar, suelen estar todos los que han escrito los cuentos incluidos en el volumen, con lo cual, como poco, hay ambientillo. Además, los cuentistas son, de por sí, gente dicharachera y de buena disposición, con lo que uno siempre echa un buen rato, unas risas, aunque por dentro se reconcome cuando cuenta con los dedos los premios que han ganado los demás y uno no.
En este caso, además de familiares, vinieron
Arkangel y
Psicobyte, que, aliado sin duda con
PJorge, me prestó un libro que me está costando trabajo digerir.
Pero vamos a la firma en si, que siguió al evento. La firma tenía lugar, mismamente, en la caseta de firmas. A nuestro lado, y digo nuestro porque estábamos una buena peña,
Manuel Giralt Torrente, un excelente escritor, pero que, para qué vamos a mentir, no tenía mucha peña por allí.
Cuanto menos nosotros. Pero es que, claro, no estábamos por la labor. La gente no se sentaba, ponía cara de culto y se ponía a hablar de las poetisas uruguayas del siglo XIX. Y así no se puede. Se quedaban enfrente de la caseta, en corrillos, como que sí como que no, causando bastante zozobra entre los cientos, qué digo cientos, miles de corredores de footing que a esa hora pululaban por el Parque Federico García Lorca, su entorno natural. Y claro, así no se puede. También podíamos habernos puesto todos a hacer cola, porque no hay nada más divertido, a esas horas, que hacer cola. Para que te firmen un libro hay que hacer cola, si no, es una pérdida de tiempo.
Al final, aparte de firmarnos libros los unos a los otros, firmamos, a ver que lo cuente, dos (2) libros. Uno para una librería, que lo iba a regalar a los ganadores de un concurso de relatos, y otro para una señora que yo creo que creía que se trataba de Los Cuentos de la Alhambra y unos cuantos avatares de Washington Irving, pero se fue tan contenta y nosotros también.
Tras la firma, nos fuimos (demasiado pronto, dije yo ¿y si viene alguien más?) de cervezas, que es lo suyo. Y los de
TeleIdeal se entretuvieron en poner el reportaje sobre phishing que no habían puesto cuando debían, o séase, que me lo perdí. Si algún alma caritativa lo tiene grabado, que me lo pase, porfa.