2005-08-18 14:50
-¿Españoles, no?
Estábamos con la familia en el festival
para hacer la pobreza historia, haciendo lo que suele hacer una familia carpetovetónica: ruido; pero se ve que el ruido era en una frecuencia determinada fácilmente detectable, porque el tipo que nos preguntó eso no aparentaba tener ninguna duda sobre la contestación.
Todo lo contrario que nosotros, que nunca lo podríamos haber identificado como procedente de la parte más cañí del universo, donde, aunque lo metrosexual abunda, no es lo más característico. Ropa cara convenientemente azarrapastroseada, móvil también caro colgando del cuello, y algo dorado asomándole de un bolsillo del pantalón que podía ser una pitillera o una petaca. Rostro y complexión que podía ser de Zamora o de Famagusta, pasando por Malmö y Jyyvaskyla. Estándar internacional, más o menos.
Pero se llamaba Ramón. Sin apellido, sólo Ramón. Formamos un pequeño corrilo, en lo que los españoles somos expertos; no sé porqué, pero los extranjeros no forman corrillos de la misma forma. Y hablamos un rato, de trabajos, buscamos dónde estaban nuestros seis grados de separación, aunque no conseguimos encontrarlo. Pero en lo primero sí encontramos algo en común.
Dirigía una empresa. Qué hacía la empresa no estaba claro, pero se llamaba
News'r'us y lo describía como
creación de contenidos.
-Ah, ya, contenido para portales y eso - le decíamos.
-Eh, no exactamente, más para periódicos - decía Ramón.
-Ah, como horóscopos y tiras sindicadas - seguíamos, en el juego de las 20 preguntas
-Pues no, tampoco, más bien... bueno, lo que es el periódico.
Bueno, que era una especie de corresponsal, y al parecer era por lo que estaba allí. Aunque no parecía estar tomando fotos, ni notas, ni tenía Moleskine, ni nada. Sólo estaba allí.
No pensaba volver a verlo nunca más. Pero lo vi al dia siguiente. En
las noticias. Maquillado como un miembro del
Rebel Clown Army.
Y lo vi una vez más. En el aeropuerto, en el mostrador de
Costa Coffee, mientras contaba descorazonado mis páuns y penis y me daba cuenta que no me llegaban para el Mochachino con copos de chocolate que me acababan de servir. Allí estaba él, con un billete de bastantes páuns del Bank of Scotland para sacarme del apuro.
Era justamente siete de julio, el día del ataque a Londres; era el tema de conversación del aeropuerto, y también el tema de los silencios. Ramón mencionó haber leido el libro
Redes para ganar una guerra, de David de Ugarte. Habíamos encontrado uno de los nodos que nos unían.
-¿Conoces a David? - le pregunté.
-Claro que lo conozco. Estuve en la movida esa del
cyberpunk.
Parece que David también lo conoce. O
conocía.