2005-08-28 17:59
El final del verano se acerca, y la mayoría de las familias españolas todavía no han sido capaces de resolver el
problema del llenado de la botella de agua fresquita, que a su vez se subdivide en tres sub-enigmas: cómo, cuándo y quién.
En toda familia carpetovetónica de bien, el comienzo del verano viene marcado no por el tiempo meteorológico, sino por ese momento en que alguien de la familia dice
-Joé, qué caló que hase. Vamosameté una botella de agua fresquita en el frigorífico.
Grave error. El primero o primera que pronuncia esa frase adquiere, en lo sucesivo, un vínculo sentimental-profesional sobre dicha botella, que perdurará hasta que tenga que dejarle sitio a frutas de otoño tales como las castañas y los centollos.
Y una de las primeras cosas de las que tiene que preocuparse es del cómo. ¿Cómo se rellena una botella de agua fresquita? El organismo de normalización nacional tiene una grave responsabilidad en el asunto, porque, posiblemente llevado de espurios intereses comerciales que beneficien a los vendedores de agua embotellada, no ha normalizado el calibre de los grifos con el ancho de la boca de una botella. El líquido, pues, rebosa por los lados, provocando un humedicimiento general de la zona botellil, y sun alrededores, mayormente de la parte de abajo, de forma que es fácil deducir el camino seguido de grifo a frigorífico simplemente siguiendo el rastro de gotitas que va de uno al otro (del que, por cierto, científicos del Instituto De Investigaciones Veraniegas de Benidorm han probado que es óptimo, pero su optimalidad sólo se alcanza aproximadamente a la altura de San Fermín).
Resuelto, pues, el problema del llenado con un mínimo de derrame, el siguiente problema que se plantea es el cuándo. No hay que olvidar que una botella de agua fresquita, es, ante todo, una botella de agua
fresquita. No
tibia. Ni
del tiempo. ¿Cuál es, pues, la estrategia óptima de mantener la botella de agua fresquita en un grado de fresquitud (o fresquitez, los científicos del mencionado IDIV - sección lingüística todavía no se ha pronunciado al respecto, a pesar de haber consumido aproximadamente treinta y cinco litros de sangría durante el primer simposio sectorial dedicado al tema)?
Pues hay varias. ¿Se espera que la botella se vacía, y luego se rellena? ¿Se rellena a la mitad? ¿Se rellena cada vez que se vacía? Pues no. Lo mejor, siempre que el espacio del frigorífico lo permita, tener una botella de quita y pón. Cuando se gasta una botella, ahí que te está la otra, para tener siempre agua fresquita. Ahora, eso impide mantener en el frigorífico otros líquidos refrescantes, tales como gazpacho, tequila, chocolate caliente, y tortillas de patatas. Pero es lo que hay. O agua fresquita, o tortilla de patatas. Dilema veraniego donde lo haya.
Y finalmente, está el quién. Hay seres humanos cuyo poder mutante consiste en encontrarse siempre el agua fresquita, y, lo que es más importante, no rellenarla nunca. Hay otros, sin embargo, némesis de los anteriores, cuyo poder mutante es encontrarse sólo un culillo en la botella. Estos últimos, por lo tanto, suelen ser los encargados en rellenarlas. Qué remedio.
En fin, en estos tiempos en que los apartamentos modernos no tienen sitio para colgar el botijo, pero sí para un frigorífico, esperamos que estos consejos y observaciones empíricas le hayan sido de utilidad.