2005-10-31 20:57
Supongo que conocéis el chiste del comunista y la moto. No sé si contar algo similar sobre Theroux y España. Después de ver sitios como Mozambique, China y Sri Lanka a través de sus ojos, y gustarme lo suficiente como para querer leer más de él, en este libro Theroux recorre sitios en los que de verdad he estado, y que conozco con mayor o menor profundidad que él.
No sabría decir si sale airoso en el lance. Me ocurre como cuenta Mendicutti en su columna de el domingo en El Mundo: la visión de lo que uno tiene más cercano es a veces totalmente opuesta a la visión que tienen los demás. Mi Málaga no es la Málaga de Theroux, ni mi Barcelona la Barcelona de Theroux.
Pero hay cosas por las que no voy a pasar. Ni en el año 94 (cuando hizo este viaje) ni ahora ponen corridas todos los días en la tele, ni siquiera en temporada. Ni fútbol tampoco. De Málaga no salen trenes hacia Granada (no hay ninguno directo; para ir a Granada hay que transbordar en la Bobadilla). Para urbe mediterránea, Barcelona y Valencia, más que Marsella. Hay muchas biografías y libros sobre la guerra civil (p. 85-86). Y no todo en la costa son turistas coloradotes zampándose fish and chips. Rascando un poco, no mucho, puedes encontrar un poco de esa esencia del Mediterráneo que estaba buscando. Theroux deja bien claro que no le gustan las corridas de toros, a pesar de que va a 3 de ellas (será para asegurarse), y, lo más curioso, no habla de la curiosa situación política que atravesaba España por esas fechas, dedicando bastante tiempo, sin embargo, a preguntarle a la gente sobre Franco.
Otra constante del viaje y del libro es lo que podríamos llamar
pornoantropología, o estudio del alma de un pueblo a través del tipo de pornografía que se consume. Tanto en España, como en Italia, como en Albania, Theroux hace un retrato relativamente poco halagüeno de las costumbres sexuales del país, haciendo bastante énfasis en el hecho de que las tiendas de chucherías venden pornografía, y que te puedes comprar un chupachups, cuatro fresones, y un Playboy, sin que nadie diga nada.
Hay otro aspecto de este libro que no me gusta. Su falta de
unidad. En todos los que había leido hasta ahora, se describía
el viaje, una historia que empieza cuando se abre el libro, y acaba cuando lo terminas; acompañas a Theroux y vas contemplando como evolucionan sus ideas, y cómo cambia su estado de ánimo. En este no. A mitad del libro, llega a
CapriCorfú, le da un yuyu, se vuelve a su casa, y reanuda el viaje, esta vez en crucero de lujo pagado por la naviera, unos meses más tarde. Está en su pleno derecho. Pero ya no es
el viaje. Son dos viajes.
El libro, por lo demás, es puro Theroux. Reparte leña a tirios y troyanos, y no deja títere mediterráneo con cabeza; se salvan algunos personajes, pero pocos. Theroux no oculta sus tirrias; es tremendamente sincero. Su estilo es directo, pero un tanto repetitivo; o quizás es el paisaje lo que es repetitivo.
Y la parte buena es un recorrido no sólo geográfico, sino también literario; Theroux (
Paulie) trata de ver a través de los ojos de los otros escritores que ya han estado ahí: Graves, Bowles, Mahfuz y Durrell, por poner sólo unos ejemplos. Eso es lo que me gusta, te va abriendo nuevos caminos, a la vez que te cuenta los que ha recorrido.
En resumen, que si te gusta Theroux, este no te va a disgustar demasiado. No tiene la fuerza de sus libros de viajes anteriores, ni la coherencia de su último libro de viajes, el
Safari de la Estrella Negra. Pero no te decepcionará.
La edición que yo he leido es de la FNAC, y la he sacado de la biblioteca de Granada. Puedes adquirirlo en
casa del Libro, por ejemplo.