2006-04-02 20:36
Parte de una historia es, prácticamente, ciencia ficción. Unos marcianos durante una tormenta extrasolar chocan con un extraño planeta, poblado por nativos primitivos, se mezclan con ellos y, finalmente, sobrevive la tragedia. O un libro de viajes. Un extraño se aloja en una isla remota y observa a los nativos con curiosidad entomológica, no exenta de cariño. Un poco como Durrell en su
Venus Marina o
La Celda de Próspero.
Pero en este caso, se trata de Ignacio Aldecoa, de quien ya hablamos (y comentamos extensamente) cuando leí su libro
Gran Sol. Se le parece en el ambiente marinero, porque se desarrolla en la Isla Graciosa, aunque ciertos rasgos han sido borrados o confundidos, para hacerlo un tanto más universal. El narrador llega a la isla, huyendo no se sabe muy bien de qué o de quién, y se aloja con Roque, el
papihonrao (expresión ubedí) que tiene la tienda del pueblo, que también actúa como taberna, oficinad e correos, y empresa de transportes ocasional. A partir de él, describe los demás personajes de la isla, el
cabildo (los viejos que se sientan en el puerto, para analizar todo lo que va ocurriendo), y, los recién llegados, unos
chonis, extranjeros residentes y otros que embarrancan, como en la novela de ciencia ficción. En realidad, son como marcianos: ni los chonis entienden a los locales, ni al revés. Sólo los une la bebida y la música.
Tampoco ocurre nada más. Es parte de una historia, la historia de los isleños, que lleva ocurriendo desde hace siglos y seguirá, más o menos igual, salvo que ahora los marcianos posiblemente sean más en número que los de la isla, y los isleños se dediquen a ser monitores de ocio, a la corrupción inmobiliaria, o a pasear en barca a los chonis. Lo dicho. Ciencia ficción pura.
En
esta entrevista con Josefina Aldecoa, se habla de que posiblemente es la mejor novela de Aldecoa. Es menos densa que Gran Sol (la otra que he leido), mucho más ligera. Aldecoa sigue teniendo un manejo del lenguaje que es difícil encontrarse hoy en día; conoce todos y cada uno de los giros y dejes locales. Y es mucho más intrascendente; pero también es más ligera y se lee con mucha más facilidad. Los personajes, todos y cada uno de ellos, están bien dibujados, en fin, una gozada leerla. Podéis leer un fragmento en
El Poder de la Palabra, comprarla prácticamente en todos sitios (en edición de Alfaguara), o sacarla de la Biblioteca del Salón, a donde la devolveré mañana previa requisa de mi carnet por, al menos, un mes y medio por entregarla más tarde de la cuenta.