2006-06-21 19:40
Disneyland fue creado a manera de Jerusalén celeste, una ciudad perfecta donde solo existe la felicidad y el buen humor, y nadie puede ser infeliz. Casi toda ella está diseñada para conseguir ese efecto, y eso lo hacen de muchas formas sutiles.
La primera forma sutil es que es difícil encontrar algún elemento represivo en Disneylandia. No hay guardias de seguridad que se identifiquen como tales, no hay
prohibidos, es difícil que te regañen por algo. Sin embargo, hay interfaces sutiles que te impiden hacer cosas, tales como colarte en una cola, o pasar de un
land al más cercano por el camino mas corto.
De la misma forma, la experiencia está muy dosificada: las perspectivas a las diferentes atracciones están diseñadas cuidadosamente, e incluso los flujos de gente que son capaces de soportar cada uno de los paseos. Es prácticamente imposible que te cojan en una bulla.
También es como un motor bien engrasado: va a ser difícil encontrar un ñapas o un limpiador que esté fuera de tono. Todos van vestidos, y además, a tono con la zona en la que están o la atracción correspondiente. Y todos sonríen, casi todo el tiempo.
Por otro lado lo que si resulta imposible a veces es saber en qué país te encuentras. Resulta perfectamente verosímil que una persona que vaya de su pais de origen a Disneylandia no se entere, ni necesite enterarse, de en qué pais se encuentra (salvo por la moneda, pero si vas de tarjeta de crédito y bocatas, dentro del parque no hace falta gastarse un duro). Disneylandia es una ciudad-estado perfectamente diversa, donde cualquier persona de cualquier pais se encuentra en su salsa. Lo que es difícil de encontrar es algo que sea no-Disneylandiero. No hay castañeras (si no son empleados de Disneylandia), ni Top Manta.
Por todo eso, no es extraño que sirva de inspiración a novelas como
Down and out on the magic kingdom (o mi propia
Último asalto al reino mágico).