¡Hola a TODOS y muchas gracias por tomaros la molestia de leer mis capítulos! ;-D
Ahora mismo me voy a meter en un berenjenal de Matemáticas bastante complicado y como no estoy segura del tiempo que me va a costar empollarme todo el tema y hacer los ejercicios os pongo ya el Capítulo 3º de HARRY POTTER Y LA MANO DEL OTRO. :-)
Siento mucho poneros todo de golpe pero es que me daba pena cortarlo por la mitad. :-(
Cap. 3 de HARRY POTTER Y LA MANO DEL OTRO:
El resto de la tarde la pasaron plácidamente en el jardín trasero de los Dursley, a la sombra de unos frondosos rosales. Hermione había llevado a Crookshanks a casa de la Sra. Figg, para alegría de ésta, tan amante de los gatos, y entusiasmo de aquel, que de golpe se encontró con un montón de amiguitos tan juguetones y vivarachos como él.
Dudley no había aparecido por la casa en todo el día porque decidió quedarse a comer en casa de Piers, su compañero de fechorías, y luego fue a tomar el té a la de Gordon, otro que tal baila. Harry se preguntaba cuándo tendrían sus tíos el valor de abrir los ojos lo suficiente para darse cuenta del delincuente que habían criado.
Tío Vernon tampoco había vuelto aún del trabajo. Al parecer, había tenido una importante comida de negocios en la empresa y aún estaba ultimando los detalles del contrato con uno de los socios mayoritarios.
¡Qué suerte hemos tenido! , dijo Harry.
¿Pues? replicó Hermione.
Porque hemos tenido toda la tarde para nosotros solos sin aguantar los bufidos y el mal genio de tío Vernon.
Eso mismo estaba pensando ahora, dijo Ron. Aún me acuerdo de la vez en que mis hermanos y yo vinimos a rescatarte en plena noche con el coche de papá. ¡Qué barbaridad! ¡Menudo carácter!
Sí, rió Harry. Fue todo un espectáculo.
Sí, dijo Ron. Y el viaje fue muy divertido.
A propósito de viajes, dijo Harry. ¿Qué tal vuestra Aparición Conjunta? ¿Qué habéis sentido? Yo la hice cuatro veces con Dumbledore, pero no sé si en todos los casos es igual.
Ron no contestó y se puso muy rojo. Resulta que, justo antes de Desaparecerse de la Madriguera, se puso atacado de los nervios y el Sr. Weasley decidió ponerse en contacto con la Sra. Figg y preguntarle si le importaba que los muchachos entraran en Surrey por su chimenea porque no estaba seguro de que la de los Dursley no estuviera obstruída. Ella no puso ningún impedimento, al contrario, y el padre de Ron solicitó que la chimenea de la Squib fuera conectada a la Red Flu. La amable anciana se ofreció, además, a acoger a Ron y Hermione en su casa en el caso de que los Dursley no les permitieran pernoctar en la suya, lo cual sería lo más probable. Los jóvenes aceptaron encantados pues no les hacía mucha gracia alejarse demasiado de su amigo.
Tienes que confiar más en ti, Ron, le dijo Harry.
Lo intento, pero...Es superior a mí.
Tranquilo, sé que puedes hacerlo, dijo Hermione para animarlo. En La Madriguera lo has hecho perfecto las veinte últimas veces.
Mira, Ron, continuó Harry. Esto es como el Quidditch. Lo que pasa es que te traicionan los nervios y pierdes la confianza. Sólo es cuestión de respirar hondo,
y decirte a ti mismo Yo puedo; soy el mejor. Ya lo he hecho antes; y, sobre todo, decisión.
Es que me da pánico cometer un error porque luego me cuesta mucho levantar el ánimo. Ya sabéis que tiendo a ser más bien derrotista.
Ron, siguió Harry, lo que sucede es que siempre te has empeñado en creer que tus hermanos son una pasada y que a ti solo te queda crecer a su sombra, pero te equivocas. Sé que eres muy valiente y que vales tanto como el que más, incluso más. Nunca olvidaré cómo en primero te sacrificaste para que Hermione y yo siguiéramos adelante. Tienes mucho coraje y lo has demostrado en numerosas ocasiones. ¿Cuántos chicos de nuestra edad crees que se han enfrentado a Mortífagos? Cuando más falta me has hecho, ahí has estado.
Tiene razón y tú lo sabes, corroboró Hermione.
Ron estaba como un tomate. Visto así....No lo había pensado de ese modo.
Claro, dijo Harry, porque eres tan valiente que te parece natural ayudarme en esos momentos tan peligrosos. Lo normal sería que dudaras en esos momentos de auténtico peligro, pero no lo haces y sigues adelante. Nunca te he visto flaquear y decir Oye, Harry, me voy. Esto me queda grande.
Ron estaba muy pensativo. Nunca se había visto desde el punto de vista de los demás.
Dentro de poco, dijo Harry, haré el examen de Aparición, y te necesito a mi lado. Necesito saber que, si nos sucediera algo grave a Hermione y a mí, serás capaz de mantener la cabeza bien fría y ayudarnos a realizar Aparición Conjunta, como yo hice con Dumbledore.
Ron miró instintivamente a Hermione y dos traicioneras lágrimas resbalaron por sus mejillas. Hermione..., susurró.
Ella le sonrió y enjugó sus lágrimas mientras le decía: No pasará nada, tranquilo.
Ron, te necesitamos.
El joven Weasley respiró hondo y dijo, mientras se tumbaba boca arriba sobre el césped con las manos entrelazadas detrás de la nuca, Es pan comido. Ya lo he hecho muchas veces. Sí, soy bueno, se dijo el pelirrojo sonriendo abiertamente y mirando al cielo.
Hermione sonrió satisfecha y, sin darse cuenta, se quedó embelesada observando a su compañero de chimenea durante algo más de dos minutos.
Harry permaneció en silencio. No quería interrumpir ese momento: Ron, con su autoestima recuperada, y Hermione, con ese brillo en los ojos que lo decía todo.
*¡Qué pena que no la mire ahora!*, pensó Harry. *¡Qué bonita pareja! Están hechos el uno para el otro*.
Ya eran las ocho de la noche y tía Petunia se asomó por la ventana de la cocina para preguntarles si querían comer algo, pero no tenían apetito porque, a lo largo de la tarde, Ron y Hermione habían hecho aparecer de la nada fruta, unos bocadillos y Cervezas de Mantequilla. Harry se alteró bastante ante los alardes mágicos de sus amigos en terreno Dursley, pero ellos le dijeron que no se preocupara tanto y que no escudriñara el cielo en busca de lechuzas porque el Ministerio de Magia ya estaba al corriente de que en la casa había un mago y una bruja mayores de edad y que, mientras no lo hicieran en presencia de Muggles, no había ningún inconveniente en que emplearan sus varitas.
Gracias al encantamiento Mufliato que, para sorpresa de Harry, invocó la propia Hermione, habían podido hablar con total libertad lejos de oídos indiscretos.
Al parecer, la muchacha consideraba que había demasiado en juego como para ponerse tiquismiquis con el tema del Príncipe Mestizo. Así pues, entre otras cosas, Harry pudo comunicarles, sin miedo a ser escuchados, algunas de las teorías que había estado madurando a lo largo de esos eternos ocho días. Una de ellas era la posibilidad de que su tía fuera una Squib. Al principio, Ron y Hermione se mostraron completamente incapaces de compartir dicha teoría.
¿Estás de broma?, saltó Ron con los ojillos brillantes y una sonrisa picarona, convencido de que su amigo se estaba quedando con ellos.
No. No estoy de broma.
Pero, Harry, dijo Hermione. ¿En qué te basas para afirmar algo así?¿Ha dicho o hecho tu tía algo que te haga sospechar?
Sí y no. En realidad es un cúmulo de pequeños detalles.
Tendrás que explicarte mejor, amigo, intervino Ron.
Veréis. Cuando heredé la casa de mi padrino no me di cuenta de lo que eso significaba porque mi mente estaba en otra parte. Además, durante el curso sucedieron tantas cosas que no me paré realmente a pensar en ello. No sé si os acordaréis de ese detalle, pero, el día que sorprendimos a Mundungus en Hogsmeade yo aún no era consciente de ser propietario del número doce de Grimmauld Place y fuiste tú, Hermione, quien me lo recordó un momento más tarde en Las Tres Escobas.
Sí, ya me acuerdo, dijo ella. ¿Y?
Eso, eso, dijo Ron. ¿Y?
Y ya pudisteis ver en el Cuartel General la exacerbada importancia que la familia Black daba al hecho de ser un Sangre Pura. Bueno, creo que el cuadro de la madre de Sirius se puede considerar algo así como una prueba viviente de hasta dónde podían llegar con esa obsesión.
Ya te digo, susurró Hermione con un escalofrío.
¡Gentuza! murmuró Ron.
Por esa razón, también Dumbledore tenía sus dudas de que yo pudiera heredar esa casa, de modo que ordenó la evacuación inmediata del lugar. Cuando Kreacher obedeció mis órdenes, ya no hubo dudas sobre la legitimidad de mi herencia.
¿No se te ha ocurrido que Sirius pudo hacer algo para que tú heredaras su casa si a él le sucedía algo?, preguntó Hermione.
Claro, dijo Harry. Y como Sirius dijo delante de Kreacher que yo era la persona a la él más quería en el mundo y que, para mí, él era una mezcla de padre y hermano, en un primer momento pensé que a lo mejor eso era suficiente para que la figura padrino-ahijado cobrara fuerza suficiente en el legado de los Black. Sin embargo, sigue pendiente el asunto de la sangre.
Ron y Hermione asintieron muy intrigados.
El caso es que he estado con la mosca en la oreja estos días y no me cuadraba el hecho de que yo fuera un Mestizo, por así decir, un Sangre Mezclada. Llegué a la conclusión de que detrás de la familia de mamá podría haber un gran secreto.
¿Un gran secreto?, preguntaron los dos amigos.
Sí. Me refiero a que podrían no haber sido Muggles sino magos y brujas de Sangre Limpia.
Ron se quedó con la boca abierta sin saber qué decir. Fue Hermione quien intervino.
Harry. Si tus abuelos maternos hubieran sido un mago y una bruja descendientes de generaciones de magos y brujas, ¿no crees que Dumbledore lo habría sabido?. Él ha sido el Director de Hogwarts durante muchos años y, antes de eso ejerció la enseñanza en el castillo durante mucho tiempo. ¡Incluso fue profesor de Voldemort! Y de niño estudió allí y fue un Gryffindor.
¡Ya lo sé, ya lo sé!, repuso el muchacho. ¿Acaso crees que no lo he tenido en cuenta? Pero yo tenía una cierta corazonada porque tía Petunia siempre mostró rechazo por el Mundo Mágico y nunca mencionó a sus padres, hasta la noche en que Hagrid fue a buscarme para asegurarse de que recibía la carta de Hogwarts. Y en casa no hay fotos mías ni de mamá ni de los abuelos. Que no haya fotos de mamá ni mías es, hasta cierto punto, comprensible dado el pavor que los Dursley sienten por la Magia, pero ¿por qué no hay ni una sola fotografía de los padres de mamá? También eran los padres de tía Petunia. El caso es que hay fotografías por toda la casa de Dudley, tío Vernon, tía Petunia, tía Marge y los abuelos paternos de Dudley. Es como si se hubieran propuesto borrar esa parte de la familia, como si nunca hubieran existido, como si fueran los garbanzos negros de la familia. ¿Entendéis?
Sé por donde vas, Harry, dijo Hermione pero, no es suficiente, ¿verdad, Ron?
Ron se limitó a encogerse de hombros.
Hermione, dijo Harry. ¿Qué reacción tuvieron tus padres cuando recibiste la carta de Hogwarts que decía que tú eras una bruja y que tenías plaza en un colegio de Magia y Hechicería?
Bueno...La verdad es que alucinaron un poco al principio. En realidad creyeron que estaban siendo víctimas de un programa de esos de cámara oculta, y se enfadaron bastante porque no les hacía ninguna gracia que jugaran así con una niña.
Es comprensible, dijo Harry.
¿Cármera onclunta?, preguntó Ron que no tenía ni idea de asuntos Muggles.
Sus amigos sonrieron benévolamente.
Luego te explico Ron, dijo la muchacha.
Pues bien, prosiguió Harry. Mis sospechas han cobrado fuerza esta misma tarde.
¡¿Qué?! exclamaron atónitos.
Sí. Esta tarde, cuando mi tía me ha confesado, entre otras cosas, que sus padres no se sorprendieron en absoluto de la llegada de la carta de Hogwarts para mi madre y que incluso parecían esperarla.
¿En serio?, dijo Ron que no salía de su asombro.
¡No puede ser!, exclamó Hermione.
Pues lo es.
De todos modos, objetó Hermione, antes de tu madre, nunca hubo un Evans en Hogwarts; lo he comprobado.
Hermione, olvidas dos cosas de vital importancia.
¿A qué te refieres?
En primer lugar, Hogwarts no es el único Colegio Mágico del mundo; y, en segundo lugar, no sabemos nada concreto sobre el pasado de la familia de mi madre.
¿Qué quieres decir? preguntó Ron.
Que el apellido Evans podría ser un apellido de adopción y, en ese caso habría resultado lógico que a mamá no se la relacionara con ninguna familia mágica. Además, que yo sepa no es obligatorio asistir a un Colegio Mágico, ¿verdad?; de modo que si mis abuelos o los abuelos de padres decidieron no ir a aprender ese tipo de cosas a Hogwarts, Beaubatons, Dumstrang o cualquier otro colegio de esa clase, Dumbledore no tendría por qué saber que sus orígenes son mágicos.
Eso es cierto, intervino Ron. Cuando un Colegio Mágico te manda una lechuza, dispones de un tiempo determinado para decidir si aceptas la plaza.
¡Claro!, dijo Hermione, Supongo que en esos casos el Ministerio no los consideraría dignos de seguir el rastro, como a los Squibs; ¡porque llevan vidas propias de Muggles!
Harry sonrió al ver que sus amigos no consideraban tan disparatada esa teoría, y los tres permanecieron un largo rato inmersos en un pensativo silencio. Sin embargo, había otra teoría muy delicada que Harry deseaba compartir con ellos y, tras una larga charla acerca de cómo él y Ginny estaban llevando su ruptura amistosa, se armó de valor suficiente, respiró hondo y abordó el tema.
Hay otro asunto que he estado sopesando desde que supe lo de los Horcrux de Voldemort. Ron soltó un bufido. En realidad es algo que me persigue desde mi primer año en Hogwarts y, ahora que sabemos todo lo que Dumbledore me mostró el curso pasado, empieza a tener sentido, al menos para mí.
¿De qué se trata?, preguntó Hermione.
¿Qué es?, inquirió Ron.
Sus amigos estaban sumamente intrigados.
En primer lugar, os ruego que no me interrumpáis porque es un asunto difícil para mí. Me ha costado mucho llegar a esta conclusión, y no lo entenderéis todo hasta que haya expuesto mi teoría al completo.
Sus amigos asintieron. Estaban tan nerviosos que no se atrevían siquiera a decir un tímido sí.
Gracias, dijo Harry. Todo lo que voy a contaros está íntimamente relacionado con la noche en que Voldemort asesinó a mis padres e intentó hacer lo mismo conmigo.
Ron estaba tan absorto que ni siquiera dio un respingo.
Cuando me enfrenté al Profesor Quirrell y a Voldemort por la Piedra Filosofal, Voldemort me dijo que mamá no tenía por qué haber muerto, que ella sólo trataba de protegerme. Dos años más tarde, descubrí que no me había mentido cuando afirmó eso porque, cada vez que me topaba con algún Dementor revivía el momento en que Voldemort llegaba a la casa donde mis padres me mantenían oculto. Oía cómo papá le decía a mamá que huyera conmigo, que él intentaría entretenerlo todo lo posible, pero Voldemort lo asesinaba y entraba en la habitación donde aún estábamos nosotros. Mamá me dejaba con cuidado en la cuna y se ponía entre él y yo. Ella le suplicaba que no me hiciera daño, que sólo era un bebé. Entonces él le ordenaba que se apartara, que sólo me quería a mí. Pero ella no se apartó y esa fue la razón de que también asesinara a mi madre antes de atacarme a mí.
Sus amigos lo miraban asombrados por la entereza con la que Harry relataba algo tan doloroso como eso.
Sé que esto os va sonar como muy raro, pero... Bueno, ahí va. Recordáis que os conté que Dumbledore opinaba que con mi muerte Voldemort habría pretendido hacer su último Horcrux, el que luego pudo haber hecho con Naggini?
Sí, dijeron con un nudo en la garganta.
Voldemort siempre ha estado obsesionado con todo lo referente a Hogwarts y sus fundadores; después de todo, ya sabéis qué objetos elige para ocultar sus Horcrux.
Sus amigos lo miraban sin entender muy bien hacia dónde se dirigían las divagaciones de Harry. Él pareció darse cuenta de la confusión de sus amigos y sonrió incómodo antes de continuar. Sabía que era difícil lo que iba a contarles, pero quería compartirlo con ellos.
Sospecho que Voldemort no sólo pretendía hacer un Horcrux con mi muerte, sino que además tenía la intención de convertir mi cuerpo de bebé en un Horcrux.
Los dos amigos no reaccionaron. Lo más que hicieron fue abrir mucho la boca y mirarlo con los ojos como platos.
No penséis que me he vuelto loco. Voldemort es muy amigo de realizar modificaciones de memoria cada vez que se hace con un objeto que posteriormente convertirá en Horcrux. Él no es partidario de perdonar la vida a nadie, sin embargo no quería matar a mi madre porque estaba más interesado en modificar su memoria después de matarme a mí, de modo que ella seguiría cuidando de su bebé pensando que era yo y no Voldemort. No dudó en matar a mi padre porque a él no lo necesitaba. Mamá se convertiría para él en la madre bruja sangre limpia que nunca llegó a conocer. Además, eso le facilitaría el acceso a los miembros de la Orden del Fénix y la vuelta a Hogwarts porque... ¿Quién iba a sospechar de un niño tan pequeño?
¡Vaya! dijo Ron. Estos días te han cundido mucho.
¡Ya lo creo! dijo Hermione. Además, no es tan disparatado porque tú podrías muy bien ser descendiente directo de alguno de los Fundadores de Hogwarts.
¡No sabéis cómo me alegra que lo veáis así! Pensé que me tomaríais por loco o que todo era un galimatías sin pies ni cabeza.
¡Claro! prosiguió Ron. ¡Utilizando tu cuerpo podría haber vuelto al Castillo sin levantar las sospechas de Dumbledore!
Sí, dijo Harry. Ya sabéis la obsesión que Voldemort tenía por hacer limpieza de sangre en Hogwarts y que Dumbledore dijo que, siguiendo el ejemplo de Slughorn, probablemente vio en el Castillo la posibilidad de crear su propio Ejercito de Estudiantes, sin olvidar el hecho de que podía estar buscando Reservas de Magia en el Colegio.
Sí, dijo Hermione. Aparte de la Cámara de los Secretos y la Sala de los Menesteres, ese castillo debe tener muchas más cosas ocultas por los Fundadores. No creo que Slytherin fuera el único en tener un escondite para ocultar aquello a lo que no quería que los demás tuvieran acceso.
Tras estas divagaciones, los tres se quedaron callados imaginando todas las cosas maravillosas que podrían ocultar los muros del Colegio Hogwarts.
A las ocho y veinte, tía Petunia salió al jardín muy preocupada.
Harry, dijo.
¿Sí?
Acaba de telefonear Vernon. Ya viene para acá y está de muy mal humor. Tus amigos tendrán que entrar ya para que no los vea. Hermione puede dormir en la habitación de invitados y Ronald en la tuya. Voy al garaje a por el saco de dormir.
No queremos molestar, Sra. Dursley, dijo Hermione.
No es molestia. Pero sí os ruego que no hagáis ruido y que mañana os levantéis muy temprano. Con un poco de suerte no sabrá que estáis aquí, dijo tía Petunia.
Gracias, repuso Ron, pero no es necesario. No se apure. Tenemos dónde pasar la noche.
Tía Petunia miró a su sobrino.
Es cierto, dijo Harry. Ellos estarán bien y no nos conviene tentar a la suerte. Me queda un día para terminar de recargar el Encantamiento Protector y prefiero evitar discusiones innecesarias con tío Vernon.
Cinco minutos más tarde, Ron y Hermione fueron a casa de la Sra. Figg y Harry subió a su habitación donde sus compañeros de cuarto lo recibieron con gran entusiasmo. Hedwig se fue a cazar un poco y Zarco estaba muy animado y ya se paseaba por la jaula.
En un par de días podré soltarte sin miedo a que te hagan ningún daño, pero ya en La Madriguera. Te gustará aquello; hay mucha vegetación y no tantos gatos como aquí.
Harry se tumbó sobre la cama y cerró lentamente los ojos asegurándose de mantener la mente cerrada a incursiones externas. Era sólo en esos momentos, justo antes de dormir, cuando sentía que podía flaquear su Oclumancia y quedar algún pequeño resquicio. Por eso, cerraba los ojos con cautela mientras se aseguraba de sellar bien todos los rincones de su mente. Sabía muy bien que todas las noches Ginny lo visitaba en sueños y quería evitar a toda costa que Voldemort estuviera al tanto de los profundos sentimientos que le despertaba la imagen de ella, su voz, su sonrisa y ese aroma floral tan de Ginny. El resto del día estaba tranquilo porque, aunque no lo pareciera, aunque conversara y riera de forma natural, siempre estaba alerta y nunca bajaba la guardia.
Al poco rato, oyó el coche de su tío, quien cerró de malos modos la puerta del vehículo y entró en la casa soltando todo tipo de improperios malsonantes con esa dulce voz tan característica del mastodonte. En esos momentos, Harry dio gracias a que sus amigos no estuvieran allí porque el ambiente era bastante desagradable y ellos no tenían por qué oír esa tipo de barbaridades.
Dudley, la peoncita, llegó una hora más tarde, cuando los nervios de su padre ya parecían haberse calmado se habían calmado.
Poco a poco, Harry fue cayendo en un agradable sopor. Estaba en la Madriguera con Ginny, los dos cogidos de la mano. Ron y Hermione también estaban allí, con sus manos entrelazadas e intercambiando tiernas miradas. Amanecía. Las dos parejas paseaban por el jardín de los Weasley poblado de las más bellas flores. El viento acariciaba sus rostros y jugueteaba con sus cabellos. Las vaporosas ropas de Ginny dejaban adivinar su esbelta figura. Harry se sentía el hombre más afortunado del mundo. Ahí estaba él con su amada y en compañía de sus mejores amigos, sin preocupaciones. Todo estaba bien. Lo habían conseguido, habían tenido éxito y no había muerto ningún ser querido. Voldemort había sido destruido, los Mortífagos, incluido Snape, habían sido capturados y los Dementores ya no eran un problema. Estaban a salvo y hacían planes de futuro, un futuro maravilloso que nada ni nadie podría truncar ya porque todo era perfecto.
El dulce viento mecía las ramas de los frondosos árboles y les susurraba al oído los candorosos trinos de los verderones, goloritos, petirrojos, lavanderas y demás avecillas que se afanaban en los nidos, orgullosos de sus retoños, tan prometedores como el nuevo día. Los señores Weasley, Bill, Fleur, Lupin y Tonks tarareaban una dulce canción de cuna. El amor lo inundaba todo. Una parejita de gnomos compartía una zanahoria, recostados en una raíz del rododendro, dando la bienvenida a otro maravilloso día.
De pronto, el viento dejó de soplar, ya no se oían los cantos de La Madriguera ni los trinos de los pájaros. Una espesa niebla comenzó a cubrirlo todo. Ginny no estaba a su lado; estaba solo y a lo lejos se oía un repiqueteo metálico, un desgarrador grito de mujer, los alaridos de tío Vernon y el llanto de Dudley llamando a Harry...
¡Harry! ¡Harry! ¡Es mamá, Harry! ¡Todo está oscuro! ¡Harry!
Petunia! ¿Qué pasa, Petunia? ¡¡Socorro!! ¡Que alguien me ayude!
Harry despertó sobresaltado. Su primo lo zarandeaba con desesperación. Zarco se golpeaba contra los barrotes de la jaula y, al otro lado de la ventana, un espectáculo dantesco se desarrollaba ante los somnolientos ojos de Harry. Tía Petunia estaba tirada en el suelo, junto a los contenedores de basura, gritando aterrada, con los ojos muy abiertos al borde de la extenuación. Tío Vernon, paralizado por el pánico, gritaba sin comprender lo que le estaba sucediendo a su esposa.
¡Entra en la casa! le gritó Harry.
Un millar de Dementores se cernía sobre el número cuatro de Privet Drive y tía Petunia estaba cercada por una docena de ellos. Ron y Hermione corrían hacia ella intentando repelerlos, pero de sus varitas sólo brotaba un humo plateado. El hedor era insoportable. No había tiempo que perder. Harry, varita en ristre, saltó por la ventana de su habitación y aterrizó dolorosamente sobre uno de los parterres. Con decisión, fue hacia su tía quien, inocentemente, intentaba alejar a sus atacantes con sus propias manos.
Harry alzó la varita y gritó ¡Expecto Patronum! , pero no pasó nada. Acababa de despertar sobresaltado de un sueño maravilloso y aún se retemblaba de ver a la pobre mujer encogida por el pánico y acorralada por aquellos monstruos devoradores de almas. Ron y Hermione seguían intentando convocar a la desesperada, pero sin mucho éxito, un Patronus Corpóreo; ellos también estaban en peligro. Cerca de trescientos Dementores se movían en espiral, sedientos, descendiendo sobre sus víctimas a una velocidad vertiginosa.
Ron tropezó y Hermione perdió el equilibrio. La situación era caótica y desesperante
¡Expecto Patronum! gritó Harry. Humo. *No. Esto no puede estar pasando*, se decía a sí mismo.
Ron y Hermione estaban en el suelo, abrazados, incapaces de reaccionar. Los peores recuerdos de sus vidas pesaban como losas y los tenían fuertemente anclados al asfalto de la carretera. Los dos jóvenes estaban rodeados y Petunia lloraba temblorosa mientras el Dementor más grande de todos le sujetaba la cabeza, dispuesto a darle el Beso.
¡No! gritó de nuevo Harry. ¡¡Expecto Patronum!!.
De su varita comenzó a salir una figura plateada, un imponente ciervo... con alas. Harry se quedó un tanto extrañado pero no había tiempo que perder, estaban en juego las maravillosas almas de tres seres queridos.
¡A por ellos! gritó señalando al grupo que rodeaba a la mujer.
El Patronus obedeció inmediatamente y envistió con fuerza, liberando a la víctima.
¡Allí! ordenó el joven en dirección a sus compañeros de fatigas.
El grupo que cerraba filas atenazando a sus amigos quedó disuelto en el acto. La exhausta pareja se incorporó y corrió de inmediato a socorrer a la señora Dursley que yacía en el suelo, completamente inmóvil.
No...No...No..., repetía Harry con voz ahogada al ver cómo Hermione insuflaba aire en los pulmones de la mujer y Ron se llevaba las manos a la cabeza. Por su mente desfilaban las imágenes de los seres queridos que había perdido y su voz interior los mentaba, como el mantra de los Horcrux al despertar cada mañana: *papá... mamá... Sirius... Dumbledore... ¿tía?*.
El desasosiego en el corazón del muchacho no tenía límites y su Patronus se debilitaba y perdía la corporeidad por momentos. Cruzó los límites del jardín y corrió hacia ella. Cuando sólo lo separaban cinco metros de su meta, sintió junto a la nuca una escalofriante respiración estertórea desagradablemente familiar. Se giró instintivamente, dispuesto a presentar batalla pero... Todo fue muy rápido. Su corazón se quedó helado; era uno de ellos, lo tenía encima, su Patronus ya no estaba y el millar de Dementores se lanzó contra él con una decisión implacable, como siguiendo un plan establecido. Sus amigos seguían intentando reanimar a Petunia y no se percataron de lo que sucedía a sus espaldas. Estaba perdido; sólo podía pensar en Ginny, su querida Ginny, su voz, su sonrisa, su candor,... En una milésima de segundo sintió cómo algo caliente reanimaba su corazón e invocó sin palabras a su Patronus al tiempo que se decía que no podía morir, que debía vivir... por
Dumbledore.
Una impresionante y poderosa figura plateada surgió majestuosa e implacable de su varita y se lanzó contra la jauría de Dementores, arrancando de sus pestilentes bocas unos desgarradores gritos de dolor en el preciso instante en que, por ambos lados de la calle, llegaban a la carrera y casi sin aliento dos grupos de magos que observaban boquiabiertos lo que se alzaba ante ellos: un inmenso Fénix plateado.
Los Dementores, aterrados y confusos, huyeron despavoridos y desordenadamente. El corazón de Harry estaba desbocado y latía con una fuerza inusitada. Se sentía más capaz que nunca. El Patronus volvió dócilmente a la varita del muchacho que lo había invocado, quien lo contempló extasiado y le agradeció la labor bien hecha. Por un instante se sintió bien, sólo por in instante. La cruel voz de tío Vernon y sus gruesas manos aferrando la garganta de su sobrino le devolvieron dolorosamente a la despiadada realidad.
¡¡Asesino!! ¡¿Qué le has hecho?! ¡Maldito!
Ojoloco y Lupin fueron los primeros en reaccionar y se dispusieron a liberar el cuello del muchacho. Pero no fue necesario; Ante los atónitos ojos de los presentes, Vernon lo soltó de golpe al sentir cómo sus manos se abrasaban en el preciso instante en que un aura de un intenso rojo rubí emanó del cuerpo del Elegido.
El muchacho recorrió los interminables cinco metros hasta su tía. El rostro de la mujer era de un blanco ceniciento; su cara desencajada; los ojos cerrados; su boca abierta. Harry se arrodilló ante ella y la abrazó con fuerza mientras dos mudas lágrimas resbalaban por sus mejillas hasta la garganta de la infortunada Petunia.
No me dejes, tía. Ahora no, sollozaba el muchacho.
Mamá, susurró un desconsolado Dudley a su lado.
¡Maldito sea el día en que naciste!, bramó tío Vernon, esta vez sujeto por otro hombre.
Harry..., musitó una débil voz de mujer entre sus brazos.
¿Tía?
¿Mamá?
¡Petunia!
Dudley calló de rodillas junto a su madre y la abrazó como nunca antes. Vernon apartó a Harry sin miramientos, quien quedó tirado en el suelo llorando, ahora de alegría. No estaba muerta. No entendía nada, pero era maravilloso. Había llegado a tiempo. La había salvado.
Lentamente, se levantó y alzó la mirada buscando las de sus amigos que le sonreían abiertamente y claramente emocionados por el feliz desenlace. Para su sorpresa, acababa de darse cuenta de que no estaban solos: A su derecha, Lupin, Ojoloco y el Sr. Weasley lo contemplaban con una mezcla de confusión y orgullo; y a su izquierda, el grupo más nutrido, encabezado por nada menos que el Ministro de Magia en persona, Rufus Scrimgeour, acompañado por un batallón de doce Aurores, entre ellos Dawlish, Tonks, con su inconfundible pelo rosa chicle, y Kingsley Shacklebolt.
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