2006-10-16 10:04
Serían las diez de la noche cuando me topé, al lado del camino, con Epaminondas Pantulis sentado en la terraza. El sitio no lo recuerdo bien, tampoco importa demasiado. Podría ser algún sitio de Madrid o Málaga, incluso podría ser Granada. El caso es que allí estaba el tipo, el supuesto pensador, mirando pensativamente un vaso humeante que tenía una infusión con yerbabuena. Con aquel calor y beberse aquello, pensé, hace falta estar realmente majara. Debió de escucharme llegar y al verme, me saludó con un gesto de la cabeza.
-Hola, Epa, ¿qué te cuentas?
-Psé, aquí tirado. ¿Te quieres sentar? - me ofreció la silla, que tenía como un pequeño bocado en el asiento.
-No te veo muy animado, ¿te pasa algo?
-Digamos que me faltan horas.
-Ah, y a quién no. ¿Ya estás otra vez con tus depres de otoño?
-No son depres, y además también podrían ser de primavera.
-Ya sé lo mal que vienen los cambios de hora. Pero todavía no ha cambiado la hora y ya dices que te faltan... además, este que toca ahora es el cambio bueno.
-Ni bueno ni malo, leñes. Llevar 3 PDMs requiere su tiempo, como sabes. Y necesito un día de 30 horas, por lo menos.
-¿Tres? Vamos, hombre. El primero ya sabes que tampoco va a ser para tanto, y los otros dos... en fin, eso no te lo crees ni tu.
Epa miró el recorrido de una cucaracha por el borde de la pared. Cuando finalmente se metió por una grieta respondió:
-Bueno, puede que haya leido demasiado a los Microsiervos. Pero el
caso es que no tengo tiempo. No tengo tiempo, no.
-Pareces una canción de Azul y Negro.
-Bonito nombre para un grupo. Siempre hay un negro.
-Ya sabes que te ha pasado otras veces, ya llevas tres años y medio.
-¿Me has visto celebrarlo alguna vez?-dijo, elevando el tono de voz.
-No, pero el cuarto podría...
-Déjate de tonterías. No hay más cera que la arde, ¿sabes?
-Ya te ha pasado otras veces.
-Esta es distinta, Juan.
Eso me terminó de alarmar. Epa no solía llamarme por mi nombre, y acababa de empezar a recoger sus cosas, unos trastos raros que había encima de la mesa junto a aquel vaso que ni tan siquiera había probado.
-¿Me vas a hacer esto? - le dije, notando que la conversación se me iba de las manos. Epaminondas siempre había sido algo inestable, pero no me esperaba esta reacción ni lo que se avecinaba.
Se paró, hizo como que pensaba y unos segundos después dijo:
-Pues claro que sí, ¿qué te has creído?
-Dime, ¿te he hecho algo?
-Tú sabrás, yo de momento no tengo nada más que decir, ni más explicaciones que darte. Nos veremos, o no.
Se metió en el interior del local y terminó de cerrar la corredera, que ya estaba medio echada. Al dar con el suelo sonó como una pequeña explosión metálica. La luz del cartel luminoso siguió encendida. Yogur Griego, decían aquellas gastadas letras de neón.