2006-10-19 09:36
Iba a la feria encantada de la vida. No todos los días se recibe una invitación tan especial. Empezó a subir y subir. Es lo que tienen lo sitios con buenas vistas que hay esforzarse para llegar. Un poco jadeante llamó a la puerta de la torre. Abrió un ornitorrinco vestido con librea. "Bienvenida puede pasar y explorar a gusto, el zorro le ayudará". Ligeramente sorprendida por el acento jienense del animalito, le dio las gracias y se dirigió hacia la primera ventana de las 7 que daban al recibidor.
Al asomarse parecía que estaba todo negro, pero no. También había zonas blancas. Las letras estaban por todas partes, blancas o negras, contrastando con el fondo. Le recordó a
una habitación de hotel donde jamás hubiera querido dormir. Se puso a leer distraidamente los letreros.Vio que tenían tendencia a hablar de si mismos y de su lugar en el mundo en tanto que letreros. Ella prefería no pensar sobre los letreros, sino leerlos o escribirlos. Pero poco a poco la lectura se hizo más absorbente. El saber más sobre los letreros los hacía más interesantes... Se descubrió añadiendo letras propias a los letreros. Antes de verse convertida en meta-letrero, tomó el que más le había interesado y saltó rápidamente hacia atrás ¡Era hora de cambiar de ventana!
Se llevó el susto de su vida: la esperaban un demonio con cuernos y cola puntiaguda pero una aureola de santo y un buda con auriculares inalámbricos. La parca no estaba por allí pero su guadaña si. ¡Pies para que os quiero! No encontraba la salida, pero poco a poco se dio cuenta de que no era tan fiero el león como lo pintan. Más bien era un dulce gatito negro ronroneando con aire travieso. "¡Qué tierno!" exclamó y estaba pensando como podía llevarse un recuerdo del gatito, cuando el zorro del que hablara el ornitorrinco apareció de repente y le dio una cesta. "Para sus favoritos" dijo mirando con un puntito de interés inquietante al gatito. No obstante abrió la siguiente ventana sin demorarse, parecía un zorro francamente amistoso...
Entró en un túnel por el que circulaban coches a gran velocidad. Al sortearlos se dio cuenta de que se le empezaban a pegar etiquetas al jersey. En cada etiqueta se describía un cacharrito a cual más increíblemente tecnológico. Pronto no se veía ni un centímetro cuadrado de su jersey. Era sorprendente: ¿cómo podía haber tantos? Le aterrizó una etiqueta en la punta de la nariz sobre un ratón que elimina gérmenes: "¡que buen antigripal para esta época!" Tomó la etiqueta del ratón aséptico y se la dio al gato que quedó encantado. El ratón no parecía tan contento con su destino... En ese momento se produjo un complejo juego de luces y sombras. No era fácil de entender, pero era bonito. Lo que pasa es que no sólo de luces vive la mujer: una invitación que no incluye comida y bebida no es realmente una invitación ¿verdad?
Efectivamente, en la siguiente ventana había una mesa servida para 40 personas. Al parecer el cocinero del lugar sólo sabe cocinar para ese número. Si llegan más personas, pues se reparten la comida y si son menos se dan un atracón. Hay cervezas porque el cocinero anda celebrando que ha aprobado programación concurrente. Es de esperar que dentro de poco pueda guisar en paralelo y optimizando interacciones entre tareas para un número racional de personas enteras ¡Uis! quise decir un número entero de personas racionales...o quizá irracionales. En fin, corramos un "estúpido" velo... El cocinero en sus ratos de ocio también hace carteles de cine. Muy recomendables aunque no sean comestibles. Tomó uno y lo metió en la cesta de favoritos del zorro, para mayor alegría del letrero black and white del principio que se animó mucho cuando llegó la ex-novia con sus corazones, su tiburón y su rubia melena despampanante :D
Cambió de ventana pensando encontrarse una estación, o al menos un montón de raíles, porque le habían dicho que por ahí había un forofo ferroviario. Pero no, había un yogur griego que sirvió para alimentar el gatito y que aumentó tremendamente su sentido del humor. A partir de ese momento el gatito contaba historias sobre cualquier tema divino o humano de tal manera que todo el mundo sonreía. Ella lamentó no haberse tomado un poquito del yogur antes de que se acabara. Le hubiera venido bien para redactar la crónica que se había prometido escribir para corresponder a la invitación...
La penúltima ventana de la torre daba a un teatro en el que con tono dramático se paseaban unas imágenes acompañadas de letras, pocas pero muy compinchadas con sus imágenes. No supo cual escoger. Pero rellenó la taza de la última imagen con miel y limón caramelizados disueltos en leche caliente. El bichejo que sostenía la taza mejoró de su gripe y le regaló la mariquita que llevaba en el pelo.
Al abrir la última ventana la mariquita se escapó de la cesta y se subió a unos molinillos de diente de león que allí había. Las semillas se dispersaron en el viento, blancas y ligeras como plumas. Intentó atrapar alguna, pero no era nada fácil: o se volaban o se ponían a escribir historias de las que jamás se podría decir que fueran concisas.
Estaba en ello cuando reapareció el ornitorrinco "¿Tu crees que saben ya dónde has estado? "
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. O no, es lo que tiene ser
comentarista que siempre quedan ventanas a las que asomarse, mundos por conocer y gente con quien compartirlos ;-)