2006-11-16 16:23
Basura: cosa sin valor alguno, tal como las religiones, filosofías, literaturas, artes y ciencias de las tribus que infestan las regiones al sur del Polo Norte.
Del Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce
Tengo un blog en el que rara vez trato de ciencia, en castellano, que recibe más de dos mil visitas en un mal día (la mayoría buscando memorandos). Tengo otro que es principalmente de ciencia, en inglés, que recibe 15 visitas en un buen día (la mayoría de gente que me conoce por la otra bitácora). De de donde se deduce el inmediato interés que despiertan los blogs que son principalmente científicos.
Lo cierto es que el
BloJJ no es exactamente científico. No me dedico a contarle a la gente lo que una red neuronal, ni qué algoritmos hay para extraer comunidades en una red social. Pero es mi blog, y, según una definición amplia del término, soy un científico; así que hablo de las cosas que hace un científico: publicar trabajos, dar charlas, ir a congresos (y volver de ellos más gordo o delgado, según el país y la calidad de sus carnes y/o cervezas), dar cursos, viajar de allá para acá, y, lo que es más importante, solicitar proyectos para que todo lo anterior sea posible.
Ese es el día a día de un científico, que es posiblemente muy diferente de lo que la gente imagina. No solemos llevar bata, ni pasar el día entre marmitas, ni tomando notas en bloces de color amarillo (si acaso, en una moleskine). Es un trabajo que es un 1% de inspiración, un 99% de transpiración, y el 100% restante de burocracia. Un científico es una mezcla entre Buenafuente y Bartleby el escribiente: tienes que caerle en gracia a los que aceptan trabajos, te dan dinero para continuar investigando, y a los alumnos que, inevitablemente, forman parte del paquete; pero también pasas mucho tiempo escribiendo, repasando, volviendo a repasar, volviendo a escribir, contando lo que has escrito. Eventualmente, llega un momento en que
prefieres no hacerlo.
Tras lo que os he contado en dos o tres palabras, ¿dónde entra un blog en la ecuación? En ningún sitio. Un blog le conviene a un científico igual que a un panadero. Si tiene un producto nuevo, lo cuenta en su blog. Posiblemente consiga atraer un par de clientes más a su producto. Pero lo más probable es que tenga un impacto nulo, porque la ciencia tiene sus caminos, y pocos de esos caminos pasan por un blog.
Teóricamente, puede servir para mucho. Intercambiar ideas, contrastarlas... pero si no hay nadie que esté ahí enfrente para hacerlo efectivamente, no sirve de nada. Para eso están los congresos: la gente tiene que estar ahí enfrente, aguantando el rollo, y si se van a mitad de la charla, frunces el ceño, y si se duermen, te quedas con su cara y luego te vas a su mesa en el cóctel y le quitas todas las croquetas. Si estás contando cosas en un blog, y nadie las lee, es simplemente un trabajo más añadido a lo mucho que tienes que escribir en tu faceta de Bartleby.
Los wikis son otro tema. Como una herramienta de trabajo colaborativo, cada vez se usan más para todas esas tareas que he dicho antes. Si Bartleby hubiera descubierto los wikis, quizás no lo habría dejado. Desde comenzar un proyecto, hasta escribir y corregir las versiones iniciales de un trabajo (las finales hay que hacerlas en LaTeX, claro), hasta cualquier otra cosa que se le ocurra a uno donde tengan que intervenir una o más personas (por no mencionar el hecho de que puedes echar una mano en la
wikipedia.
En resumen, que los blogs bien, gracias, pero los wikis, mejor todavía.