2003-01-07 16:38
De vez en cuando, escuchando una tertulia radiofónica de esas en las que llaman los oyentes, sale alguno contando que el perro de su vecino le ladra por la noche, que el alcalde de su pueblo ha levantado su calle, o que los budistas theravada hacen que los barberos se arruinen.
En la internet, en general, pasa un poco de lo mismo, sobre todo últimamente. La gente se queja por todo. Ayer cascó la mensajería instantánea de MSN, y ya está toda la peña quejándose. Cuando se trata de ciertos gobiernos, o de ciertas empresas, o de ciertas personas, parece que no pueden dar un paso sin que haya 300 blogs, 455 foros de discusión, y más o menos el mismo número de listas de correo que las pongan de chupa de dómine. E incluso mandamos email a toda nuestra lista de direcciones protestando (o remandando alguna protesta que nos hayan mandado sin comprobar siquiera si es cierta o no).
Y probablemente tienen (o tenemos) razón. La internet está para eso, y para eso existe libertad de expresión, para decir cada uno lo que le dé la gana y quejarse uno de lo que tenga que quejarse, faltaría más.
El problema es que, salvo en casos patológicos donde se haya agotado cualquier otra vía, quejarse por internet no es el método más eficiente de solucionar un problema. Ni quizás quejarse usando otro medio; tomando un cafetito por las mañanas, por ejemplo. Lo que no significa que uno no se quede agusto cuando lo hace.
En casi todos lo mencionado anteriormente, hay alternativas. A un gobierno de un partido lo puede suceder un gobierno de otro partido; a un presidente de una comunidad de vecinos, otro; y cuando todo falla, ahí está la ley para desfacer los entuertos que estén hechos. Y también, por supuesto, se pueden aportar soluciones, siempre que puedan ser aportadas y siguiendo los canales necesarios: asociaciones de consumidores, diputados, jueces, defensores de los pueblos, etc.
A mí, personalmente, lo que menos me gusta de las protestas no es el hecho en sí, sino el hecho de que no sean originales. Muchas veces, protestar, en vez de un acto de rebeldía, se convierte en un acto de sumisión al pensamiento dominante. Hoy en día, con respecto a ciertas empresas, es más rebelde defenderlas que atacarlas; todo el mundo las ataca.
Y no voy a decir que en vez de protestar hay que aportar soluciones; si yo no estoy de acuerdo con el tratamiento policial en algún país, no voy a aportar soluciones (que, por otro lado, no hay que herniarse para pensarlas: que el tratamiento policial sea más respetuoso de las personas y de los derechos humanos), porque las soluciones no están en mi mano (a lo mejor sí, si fuera Rambo, me iba e invadía el país yo solito, y yastá). Simplemente, en vez de protestar por protestar, o sumarse a protestas que hay por ahí, mi propuesta es que se hagan cosas concretas y constructivas para mejorar aquello que tenemos más a mano: nuestra comunidad de vecinos, nuestro barrio, nuestra ciudad, o incluso nuestro planeta, que no lo tenemos todo a mano, pero sí un cachito, que está debajo de nuestros pies.
Es decir, en vez de protestar de aquello sobre lo que uno no tiene influencia (o además de hacerlo, que todo el mundo tiene derecho al pataleo), se debe actuar en lo que uno tenga influencia.