2007-03-10 18:22
Bill Bryson es un americano residente en Gran Bretaña que hace libros de viajes; y qué mejor tema que recorrer los pueblos perdidos de los Estados Unidos de su juventud, recordando viajes hechos con su familia y buscando
Amalgam, la quintaesencia de la ciudad americana, con su plaza principal, con su cine, con su
diner y sus
drugstores... la ciudad que aparece en Regreso al Futuro y las pelis de Jimmy Stewart.
Buscándola, se recorre casi cuarenta estados, y lo que encuentra son trampas para turistas, camareras antipáticas (y muchas con gafas de ala de mariposa y peinado de colmena), pueblos semiabandonados, otros sustituidos por interminables
strip mall llenos de restaurantes de comida basura, atracciones caras, parques naturales mal cuidados, millones de turistas maleducados, incultos, aborregados y antipáticos, y, en resumen, un
hinterland entre las grandes y cosmopolitas ciudades americanas en el que no merece mucho la pena perderse. Por lo menos, entre decepción y decepción, tiene tiempo de hacer comentarios jocosos sobre casi todo, quejarse del precio de casi todo, y meterse con casi todo el mundo, con lo que la novela acaba siendo divertida, y te levanta alguna que otra carcajada. No puedo dejar de compararla con las novelas de
Theroux. Theroux es casi tan antipático, pero trata de establecer algún tipo de comunicación con la gente que visita; la comicidad en Theroux procede más de las situaciones que de las observaciones que haga como en Bryson; Bryson está siempre solo, no parece ser capaz de sostener una conversación ni con sus propios compatriotas. Theroux escribe mucho mejor; viajar para él es una forma de vida, y escribe su libro de viajes a la vez que una novela, o un cuento. Bryson no puede, porque va en el coche... En la mancheta se le compara también con
Viajes con Charley, de Steinbeck. Literariamente, es mucho mejor Steinbeck, y la forma en la que se acerca al alma americana, también. Bryson se coloca en una posición que podría ser bastante británica, los mira con cierto recelo y distancia (citando, por ejemplo, las estadísticas de los delitos de las ciudades que visita), y se ría un poco de ellos; Steinbeck trata siempre de ir un poco más allá. Eso sí, Steinbeck se castiga el hígado con whisky y Bryson sólo con cerveza americana, que viene a tener el mismo alcohol que la zarzaparrilla.
En resumen, que es una novela divertida. No es una gran novela, pero se pasa un rato entretenido.