Desde que apareció la televisión los mítines dejaron de tener sentido. El mitin servía para que los candidatos transmitiesen sus propuestas al público (muchos no sabían leer, muchos más eran pobres y no podían comprarse una radio, etc.), y tenían una importancia en las elecciones mucho más grande. Hablo del primer tercio del siglo, la era de los espectáculos de masas. No es casual que tanto el totalitarismo de izquierdas como el de derechas basasen parte de su éxito en ellos.
Pero con la TV, de una parte, el mitin ya no sirve de mucho, porque es muchísimo más eficaz llegar al público a través de la pantalla. Y, de otra, los mítines, precisamente por la importancia de la TV, se configuran cada vez más como espectáculos ritualizados en los que el público está compuesto casi íntegramente por militantes del partido a los que se trae en autobuses, si es preciso (con lo cual, ocioso es decirlo, carece de sentido hacer un mitin para convencer a los ya convencidos), y donde lo único importante es el par de minutos, a lo sumo, en el que las cadenas de televisión conectan en directo con el mitin. En ese momento, y da igual de qué estuviera hablando el líder en cuestión, o el estado del público, las cosas cambian radicalmente: el líder habla para la TV y el público aparece enardecido (porque así se lo ha pedido explícitamente el líder segundos antes de entrar en pantalla) para dar buena imagen al espectador de televisión. Esto no lo digo porque sí, he asistido a mítines de los tres principales partidos y -salvo en el caso de IU; era la época de Anguita- es exactamente lo que pasaba.
Perdón por el rollo, pero es que se supone que esto es "lo mío". Y no se puede ir por ahí provocando y hablando de mítines :)
Un cordial saludo
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