2007-05-28 09:36
Exultante, Ñigo Ñíguez, líder indiscutible del Partido Bisagra, se asomó al balcón de la sede de su partido, rodeado angularmente por sus adláteres y adláteras.
-¡Hemos ganado!
Un clamor agudo y tintineante subió desde la calle, donde bisagras de todo color (metálico) batían sus lados en un remedo de aplauso. Múltiples destellos, milimétricamente lanzados desde Producción, se reflejaban en ellos y en Ñigo Ñíguez, que, para la ocasión, lucía un clavel en uno de sus orificios.
-¡Ciento cuarenta concejalías de urbanismo! - que fue coreado por un grito sincronizado de "¡Bien!"
-¡Cuarenta y ocho concejalías de festejos! - "¡Bién!"
-¡Dependen de nosotros ochocientas veinticinco alcaldías del Partido Puerta! - Grito indistinguible. Podría ser "Bieeeee".
-¡Y setecientas ochenta y tres del Partido Umbral! - "¡Buuuuuu!"
-¡Pero eso no es lo mejor! - siguió Ñigo, que siempre hablaba como si estuviera en un chat. Subió de abajo un "¿No?" sorprendido.
-¡Hemos obtenido más votos que los carcas del Partido Gozne! - Aquello fue ya la hecatombe. Volaban virutas metálicas, sonaban chirridos de placer, más destellos salpicaban todo el entorno. (Nota del narrador: el Partido Gozne se situaba en el mismo espacio ideológico que el Bisagra, es decir, ideología nula, pero eran más antiguos).
A partir de ahí, corrió el
3 en 1 a raudales. La celebración se extendería hasta altas horas de la madrugada.