2007-09-16 11:29
Todas las ciudades tienen miradores, pero
Lisboa, además, tiene oideros. U oidores.
Si te subes al
Castillo de San Jorge (donde, por cierto, ahora hay que pagar para entrar), o a cualquier otro de los miradores (el de Graça, por ejemplo, igual de bonito, y donde, además, puedes ver el Castillo de San Jorge) no sólo ves la ciudad, también la oyes.
Normalmene se oyen las ciudades en todos los miradores, pero el sonido viene a ser el de un tráfico farragoso y otros ruidos originados por el mismo: sirenas, cláxons... Lisboa no. En Lisboa las calles estrechas no le permiten a los carburadores grandes alegría, y desde los oideros puedes oir el sonido de mula mecánica de los tranvías, los trenes que entran y salen, los aviones que aterrizan como aquél que dice en un barrio de Lisboa, y un cierto sonido difuso que podría ser el de la construcción, o el del alicatado de los centenares de fachadas de Lisboa que lo están.
Por la calle sucede también lo mismo: Lisboa es una ciudad sonora, la gente habla y se escucha, en los tranvías se discute y se saludan los unos a los otros; en las iglesias, los altavoces tocan gregoriano. En algún sitio suena un fado, sólo que yo estoy demasiado lejos para poder oirlo.
En fin, que siempre es interesante volver a Lisboa. Como factoide, es el segundo 12 de septiembre que paso en Lisboa; el primero fue, precisamente, el
12 de septiembre de 2001.