2008-03-05 09:46
Los choques automovilísticos son el epítome de los encuentros casuales; han sido la inspiración de películas y libros. Pero en el choque que tuve ayer (sin más consecuencias que un piloto trasero roto y algunos plásticos y metales despachurrados), de lo que me di cuenta es de que, en realidad, no conocemos a nadie. El círculo de nuestros amigos y conocidos, incluso a través de internet, es una muestra muy poco representativa de la realidad. En un choque te enteras de detalles de otra persona de los que no te enterarías en otras circunstancias: donde vive, en qué trabaja, qué tipo de coche lleva, de quién es...
La persona con la que choqué tenía una vida tan diferente a la mía, a las de las otras personas que conozco, como para ser de otro país o de otro continente, y en realidad vive a menos de un kilómetro de mi casa, trabaja a menos de un km. de donde yo lo hago, y, en resumen, nos cruzamos (por una vez con consecuencias) varias veces cada día. Sin embargo, en una sociedad con estructura fractal, en cada vecindad, en cada bloque, hay mini-redes sociales desconectadas, y no sólo eso, sino ignorantes de la existencia de las demás.
Lo que es sorprendente, y no sé si negativo, es que todas esas partículas que se mueven en el flujo social tengan que chocar para ser conscientes unas de otras. Debería haber alguna otra forma, ¿no?