2008-03-28 01:19
No, no da miedo. Salvo que te dé miedo la oscuridad. Porque lo más característico de la noche de Nápoles es la oscuridad. No es que no haya farolas, es que no las encienden. No es que haya gente mal encarada por la calle, es que no hay nadie. Jueves por la noche, heraldo del fin de semana, cuando los estudiantes se adueñan de la ciudad y comienza realmente el fin de semana encuentra a Nápoles con unas cuantas personas cobijadas en los alrededores de las marquesinas de los autobuses, como si su único deseo fuera salir lo más rápido posible.
Quizás es la escala. Nápoles no es grande, pero si larga. Hacia el interior no hay gran cosa, pero a lo largo de la costa hay bloque tras bloque, casa tras casa, bloques cuya masa adivinas por una ventana encendida en el 4º piso y un grado de negrura que en hexadecimal necesitaría varias Gs.
A pesar de eso, debe ser bonita. Lo digo porque, tras
la granizada de ayer hoy ha estado la cosa entre el agua y la nieve, con grados intermedios variados. A veces escampaba, justo lo necesario para salir, ver el panorama y que se pusiera a llover otra vez. Así que ni mercado del pescado, ni Duomo, ni sangre de San Genaro. Por lo menos hemos estado en el
congreso, que para eso y no otra cosa hemos venido. Y lo que nos queda.
Mañana, visita a Herculano si no se tuerce. Si se tuerce, el Vesubio por dentro, que creo que se está calentito.