Knut Hamsun, el premio nóbel de literatura noruego, junto con una
acompañante, viaja desde San Petersburgo al Cáucaso en la Rusia de los zares, tratando de conocer mundo, o posiblemente de darse a conocer a si mismo. Por el camino visita Moscú, Vladikavkaz, Tbilisi, Bakú y Batumi, usando diferentes medios, pero principalmente el ferrocarril, comparte tabaco con todo el mundo, y regatea en todas las ocasiones que es posible regatear.
Me prestó
En el pais de los cuentos Carlos, y viene en una deliciosa y avejentada edición de hace 30 años, con hojas amarillentas y crujientes; la edición y la traducción (que a saber qué camino habrá seguido: ¿noruego-francés-español?) van a la par. Y la actitud de Knut Hamsun, o la del avatar que lo representa en la novela, también: es egoista, petulante, tacaño y tiene rasgos antisemitas. Todo gira en torno a él, y su entretenimiento durante el viaje consiste en enfrentarse con el cochero por la hora de salida, y fastidiarle cuando no hace exactamente lo que le piden; trata a los siervos como siervos, y le encanta que lo traten como a un príncipe, para lo que reparte generosamente cigarros y algún que otro kópec.
Lo que resulta difícil es separar lo cargante del personaje literario con la calidad de lo que escribe. Aunque el libro no funciona demasiado bien como libro de viajes (ni conoces demasiado a los personajes locales, con los que es incapaz de comunicarse, ni te enteras muy bien de sus costumbres, ni de prácticamente nada), como novela funciona aceptablemente: Un personaje, en un estado febril e insomne que se va acrecentando a lo largo de la novela, viaja sin rumbo fijo y se encuentra con peculiares timadores, aristócratas y burócratas (más algún que otro ácrata) que le hacen plantearse diferentes cuestiones sobre el alma rusa y su diferencia con el resto de Europa. Por lo que acaba teniendo un aceptable
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