2009-08-06 09:59
En ningún sitio se contempla mejor que en la playa la territorialidad del animal human. En una pizarra en blanco, carente de toda marca o señal, es el ser humano con su inteligencia superior, el que crea zonas y a partir de ahí las defiende descendiendo un escalón o dos en la escala evolutiva.
Sin embargo, los accesorios usados en ese marcaje y defensa son puramente humanos, aunque también hay jerarquías. En lo más alto está la sombrilla. La sombrilla, que, como su propio nombre indica,da sombra, y nada crea una división más clara del territorio que esa transición de la luz a la oscuridad, del inclemente descenso de los fotones solares a un área marcada por los vapores de bronceador y de tortilla de patatas. La sombra tiene una utilidad adicional: dada su movilidad, hace que se abarque más territorio que la toalla (cuya circunscripción queda clara) o la silleta de playa (con la que, si acaso, puedes reclamar lo que abarcan tus piernas al estirarse).
Pero la sombrilla no es sólo eso, es una verdadera cabeza de playa, y quien la planta puede sentirse tan orgulloso como para inmortalizar el evento a la manera de la toma de Iwo Jima. En esa cabeza de playa puedes enganchar, digamos, cuatro toallas y dos sillas de playa, formando una cruz, que, por mor de estar la cabeza de la cruz a la sombra, todo el mundo tiene que respetar. El intersticio dejado entre los brazos de la cruz nadie puede reclamarlo como suyo, porque en el Gran Juego Playero las reglas son como en el go: todo territorio entre territorios propios es también propio. Y, a partir de ahí, ya puedes marcar la cancha de palas, el pasillo de ida y venida del niño de la orillita del mar, por favor, señora, que tengo que echarle un ojo al niño, y acabas teniendo un territorio similar al de una república balcánica.
Por tanto, lleva la sombrilla con orgullo, porque al verla al salir de la playa, tus hijos podrán decir "Es la bandera de nuestros padres"
Etiquetas: y ni siquiera he mencionado los puestos avanzados en forma de castillitos de arena, o los pocitos para meter los pies, ni los problemas de la defensa del territorio que incluyen no moverse _nunca_ del mismo