2009-12-09 17:56
-No digas Hebrón- me dice el taxista cuando salimos del primer control, el que hay en la carretera de entrada al aeropuerto. En él un chaval armado con una
carabina AR-15, el dedo nunca demasiado lejos del gatillo, nos había pedido nuestros pasaportes y su tarjeta de identidad, y los había examinado, llevado a la garita, preguntando lo que ya es todo un clásico
-¿Qué habéis hecho en Israel, cuántos días habéis estado, cuántos en la región, toda esa gente del asiento de atrás, qué te toca?
El taxista era persona de pocas palabras, árabe por supuesto, y había llenado el silencio del viaje nocturno desde Jerusalén, con una espesa niebla, con lo que parecía ser una sola canción, o quizás los émulos palestinos de los Ramones. Los Ibn Ramone.
-Jerusalén, Belén, no hay problema. Los cristianos van allí, no pasa nada. Pero no digas Hebrón.
El no mencionar la palabra Hebrón en un control es lo que no vais a encontrar en la guía Lonely Planet. Pero es una regla que también siguen los de la oficina del Ministerio de Información y Turismo de la Puerta de Jaffa. NO existe, como el autobús al monte de los Olivos.
-¿Para subir al Monte de los Olivos? Tendrá que ser andando.
O... tendrá que ser en un autobús cuyo rótulo reza
Mountain of the Olives, cubierto en sus flancos por caracteres arábigos de color azul, y que sale, como todos, de Bab-Al-Amud o la puerta de Damasco. Hay unos 20 minutos andando de una a otra puerta, pero entre ellás está el límite de la existencia, que separa los barrios que son de los que no
son, englobados en Jerusalén Este, o genéricamente
más allá de la
línea verde.
Posiblemente tampoco sea buena idea mencionar que te alojas en ese barrio al chico o chica tan simpático que te recibe a la entrada del edificio del aeropuerto, armado sólo con una sonrisa, como tampoco le dices que llevas unos dos kilos de dulces árabes y bolitas de anís con garbanzos dentro que tu amigo te ha regalado tras comprarlos en el zoco de Hebrón. No lo dices, porque en unos cuantos metros en Israel se puede aprender muchísimo.
En el resto de los controles (hasta el sexto) ya no tienes que responder más preguntas; quizás si te abren el equipaje tengas que dar explicaciones sobre los keffiyeh que te has comprado, así que cuidadín, pero no ha sido nuestro caso.
Lo que no entiendo es por qué, con tanta seguridad, me han dejado colar una botella de agua. ¡Llena de agua, además! Decididamente, estos israelíes no están al día de los últimos avances en seguridad aeroportuaria descubiertos por los sabios de la comunidad europea americana. En todo caso, si no siempre sucediera así y te preguntaran dónde la has llenado, que sea un sitio
kosher. No digas Hebrón.
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