2010-03-09 20:05
Hay tres cosas que nunca debes hacer cuando una elfa te apunta con una Uzi..." lo que seguía estaba ilegible y la página empapada se deshizo entre mis dedos. Mierda. Me habría resultado bastante útil en una situación como en la que me encontraba. Era un elfo (tenía belfo), y posiblemente se trataba de un Kalashnikov; los peores, pensé. Si al menos hubiera ionizado mis botas al salir intentaría un ataque directo, hundirle el belfo y quitarle la Uzi que aún no me apuntaba. Partículas de incertidumbre, bajo la lluvia ácida, me impedían actuar; decidí cerrar los ojos y apretarlos fuerte, mientras las gotas atacaban mi casaca de vellocino con ferocidad. Nubecillas siseantes ascendían hacia mi pituitaria, que me recitaba como solo ella sabía hacerlo: 'vellocino quemado - cuero quemado - elfo churrascado' ¡Elfo churrascado! Efectivamente, al abrir los ojos una pila humeante de un color marrón verdoso blandía una Uzi, que brillaba como nueva tras ser tratada por la lluvia ácida.
Fue en ese momento cuando la intuí de pie junto a mi espalda. No me giré. Podía sentir la Uzi a más de 9000 grados Kelvin y sus ojos helados clavados entre mis omóplatos.
-¡Déjalo ya!
-No puedo, he perdido las instrucciones...
-¿Qué dices? -su sombra se proyectó en la inmensidad y noté que se inclinaba- Espera, creo que estoy pisando algo...
-Quédate aquí, voy a por la Uzi. -Corrí en dirección al cuerpo negro a sumergirme en sus vísceras hediondas y rescatar el arma letárgica.
-Regresa, tengo más instrucciones…
Regresé. No debí haber caído en un truco tan viejo, tan antiguo como los inmortales elfos. El color, el ángulo que formaban sus orejas puntiagudas. El belfo. Un aire de familia. Miré el montón que todavía humeaba como si no supiera hacer otra cosa, y suspiré. No importó la complicidad de nuestra situación; se volvió y cogió dos tercios de mi infraestructura y la hizo estallar, olió el tufo agrio y metió sus tentáculos retráctiles entre mis clavos vitales, mientras sus garras afiladas arañaban los circuitos aleatorios que protegen mi xiom. Entonces recordé, no podría matarla con la Uzi; como Ulises, debía halogenar su contorno evitando que huyera y fusionarme dentro de ella…
Sonó como un beso. El beso de la muerte. Ansiado ante las puertas del destino, desesperado frente a la hostil belleza. ¿Quién dijo que la ancestral raza de los elfos no podía morir? Nosotros.
Etiquetas: elfos, uzis, fantasía, narrativa, cuentos al alimón
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Comentarios
1
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De: Rafael Merelo |
Fecha: 2010-03-10 08:46 |
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Echo de menos algo... ¿no hay ninguna referencia al nº 46?
¡¡¡Felicidades!!!
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2
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De: JJ |
Fecha: 2010-03-10 10:27 |
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Ya llega, ya...
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3
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Esto es ci-fi de la hard, pero muy hard, ¿eh?
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4
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De: JJ |
Fecha: 2010-03-15 16:57 |
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Hardilla, sí...
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