2003-03-30 03:44
Los fines de semana son esa parte de la semana destinada a la paz, al sosiego, y al bricolage. Por esas circunstancias de la vida en las que los constructores se dedican a escatimar en materiales y mano de obra todo lo que pueden, he tenido que ir reparando una por una todas las persianas de la casa. Pero hoy, puedo decir que he alcanzado el zen en el arte de arreglar persianas.
En realidad, no es que sea difícil arreglar persianas; es, incluso, entretenido. Cuando toda la actividad se convierte en algo mecánico (que es precisamente cuando has alcanzado el zen), puedes liberar tu mente mientras tus manos trabajan. Al menos, si no están las niñas alrededor tuyo y no tienes que preocuparte por qué pueda caerse de tus manos y en dónde pueda darles.
Dejemos la teoría, y vayamos a lo práctico. Arreglar persianas, es, básicamente, un algoritmo. En mis escasas incursiones en el bricolage, me he dado cuenta que lo más importante del mismo es saber dónde están todas las variables, o séase, herramientas. El bricolage es un objeto, y como bien dice la programación dirigida a objetos, todas las variables, o séase, herramientas, tienen que estar encapsuladas, y el acceso a ellas, u séase interface, tiene que estar perfectamente regulado. Una vez definida perfectamente la clase bricolage, es fácil instanciar un objeto; lo cual no se puede hacer tan fácilmente con la programación procedural, porque puede resultar que alguien te ha colocado el destornillador donde tú no sabes, o bien las cintas de la persiana, o diez o doce cosas más, y hasta que no depuras el programa y encuentras todos los punteros, no puedes empezar. Decididamente, la programación dirigida a objetos es lo suyo en el bricolage, vertiente arreglar persianas.
El constructor de la clase incluye, habitualmente, abrir el capialzado. No sé si esta palabra es igual en todos las regiones de nuestro vasto y carpetovetónico país, pero es básicamente el contenedor para la persiana propiamente dicha. El arte del capialzado ha avanzado mucho en los últimos decenios, y hoy en día contienen una bisagra en lo alto, con lo cual, una vez se ha provisto uno de un palo, puede atrancar la tapa del capialzado y no tiene porqué sujetarla con el colodrillo (cosa que hacía antes, cuando todavía no había alcanzado el zen (ni encontrado el palo)). El uso de delegados, vulgo palos, en esta fase de la programación, es por tanto, esencial.
Una vez abierto el capialzado, se examina el estropicio, y se tiene que llegar a un diagnóstico del fallo persianil. En una sentencia switch, decides si se trata de un arreglo por rotura de las cintas que sujetan la persiana al eje, rotura del soporte del eje, o separación traumática de un listón de la persiana del siguiente. En cualquier caso, los métodos y algoritmos que se usan para la reparación son diferentes, con lo cual la clase base de bricolage con persianas tiene que instanciar una clase derivada de bricolage_con_persiana_rotura_cinta... y así sucesivamente. En realidad, si se tiene hardware suficientemente potente, y se puede trabajar en universos paralelos, te puedes ahorrar la toma de decisión (que, como se sabe, suele ser lenta) y abordar directamente el arreglo de los tres estropicios en tres universos paralelos diferentes. No lo he intentado nunca; quizás necesite aumentar un poco mi karma arreglador de persianas.
El problema cuando no se ha alcanzado el zen, es que nunca tiene uno claro si la persiana se enrolla "pacá" o "pallá" y, después de arreglada, atada y bien atada la susodicha persiana, normalmente tiene que desarreglarla, desatarla, desenrollarla, y volver a empezar, volviendo normalmente a equivocarse. No así cuando has alcanzado el zen. Eres uno con la persiana, y conoces la torsión de su eje y su enrollamiento como tus propios codos o tus falanges, falanginas y falangetas.
Antes de enganchar la persiana a su eje, tienes que enrollar completa la cinta de la persiana en el mismo, pero claro, la cinta está provista de un resorte con el sano objetivo de que uno no tenga que levantarla a peso, sino que se ayude de ese resorte: por eso, según uno la va enrollando, al no tener el contrapeso de la persiana, con las mismas se desenrolla. Pero no hay problema. Cuando has alcanzado el zen, sabes que, con tres pinzas de la ropa, sujetas la parte más baja de la persiana, la que pega a la ranura de la pared, con esas tres pinzas, con lo cual se mantendrá en su sitio hasta nueva orden.
Con lo que siempre hay que tener cuidado es con las cortinas. Exquisito cuidado, diría yo. Los entornos de las persianas suelen estar llenos de cortinas, sobre todo si se trata de la persiana del saloncito-comedor-living-donde se vé la tele y se dormita en el sofá. Hay que evitar que se rasguen, que se ensucien, y, lo más importante, que cuando se cierre el capialzado se pillen las cortinas; las cortinas tienen una querencia innata por los interiores de los capialzados (que se muestran en la foto superior, por cierto).
Terminado todo, se procede a cerrar el capialzado. ¿Tan pronto? ¡Ni hablar! Todavía estamos en fase beta. Para pasar a la versión de producción, conviene subir y bajar la persiana varias veces. ¿Cuántas? El sentido común dictará la cantidad. Por supuesto, si has alcanzado el zen, basta que subas y bajes una vez. No se aconseja que se salga alguien al balcón para ver cómo sube o baja el tema, puesto que en la fase beta la persiana puede volver a su estado base, que es estar bajada del todo, y si hace frío, el probador beta en el balcón puede pillar una pulmonía, o, llevado por la desesperación, puede saltar al piso adyacente, siendo tomado por caco o ladrón, detenido, y encarcelado en espera de juicio los siguientes 24 meses.
Si aquello sube y baja sin problemas, hala, a cerrar el capialzado, y aquí paz y después gloria.
Así que ya sabéis: Persianas JJ, para servirle, amplia experiencia, trato servicial, y precios populares. Que nunca sabe uno cuándo tiene que ser cocinero después de fraile. Cocinero zen, eso sí.