Atalaya: desde la tela de araña

2010-05-25 08:21 En los valles entre las crestas, rasgaduras del color de la arena y el rojo del ladrillo revelan pequeñas poblaciones, fábricas. El continente o lo que sea acaba pronto. Igual era Cerdeña. La salida hacia el mar es uan colcha de parches rectangulares alargados con la apariencia a veces de un Mondrian, otras de un abanico de Klimt con la
temperatura de color reducida. El mar, donde se encuentra con la tierra, es de un turquesa intenso que vira hacia el grisáceo y verdoso al avanzar hacia el este. El color tierra que se adentra en una laguna interna hace intuir que la tierra va ganándole terreno al mar, o el mar desgastando a la tierra poco a poco.
No se deja de ver la costa, hacia el sur. Los cuadrados de la colcha se hacen más pequeños y más oscuros, las poblaciones en la gran llanura, mas apartadas. Y de repente, vuelve a acabarse la tierra, con lo cual toda suposición sobre la posición que ocupamos queda destruída. Con saña, además.
¿Será el Peloponeso? ¿Estaremos en LA X y a mi lado volará Richard Alpert? El mapa de la revista de Iberia, que sitúa el Bósforo en medio del Mar Negro y a Estambul en un istmo que une dos continentes, no resulta de gran ayuda. Sí parece que hemos ascendido, a la vez que hemos desembocado en otro mar encrespado de espuma, la barba de tres días de un papá Pitufo.