2010-06-24 19:55
Ya en la frontera de las cinco y media, todavía
no sabía nada y seguía en la cola del control de pasaportes. Cualquier país decente que quiera evitar la conversión en kebab volante de sus ciudadanos y huéspedes temporales sabe que hace falta comprobar tres, no, cuatro veces la consistencia, color y presencia de restos orgánicos en los pasaportes de todo el mundo que tenga la ocurrencia de meterse en sus aviones, así como engalanarlo con bonitos sellos de colores, uno oa la entrada, otro a la salida, otro mientras sigue uno allí, y que no nos falte, uno por uso de los servicios sanitarios que el país ofrece.
Al menos, la cola proporciona una serie de entretenimientos, pensados por las autoridades aeroportuarias para que el el tedio no sea extremo, sino sólo excesivo. Gente desmayada y atendida por un médico, o nerviosa porque su avión se va, se va, se fue, o porque está siendo reprendida por un funcionario cabreado porque son las seis de la mañana y ya está hasta el gorro de la gente nerviosa por alguna de las razones mencionadas anteriormente o por otras que no vienen al caso.
Por eso, es algo que no se lo deseo a nadie antes de las seis menos veinticinco de la mañana, y después sólo a los que me caen muy gordos, sobre todo porque el policía turco juega en casa y seguro que lleva todas las de ganar.
Como el Madrid, aunque a esas horas todavía no conocía el resultado.
Etiquetas: madrugando, viajando, son sinónimos, no, no lo son, pero casi siempre coinciden, qué se le va a hacer