2010-09-30 08:06
Superficialmente, la
épica de la interacción con la compañía de telecomunicaciones es una búsqueda ruin de los menores precios en los productos correspondientes. Pero eso no es todo. Si lo fuera, ¿se contarían las escenas con tanto patetismo? ¿Contaría uno como un logro la consecución del santo Grial, el teléfono con carretilla, caseta para la mascota y espada láser
sin perder los puntos y sin compromiso de permanencia? No, amigos, se enseñaría el teléfono en cuarenta tomas de café de la oficina consecutivas, y ahí quedaría.
La telépica es más, es la lucha del ratón contra el elefante, del individuo contra la corporación, de John Doe contra las tabaqueras; refleja, al final, la toma de conciencia de clase de un individuo que no es que quiera mandar 1000 SMS gratis todos los meses, sino que recibe la unción de ser el paladín de la clase telecomunicadora; cuando consigue que le bajen el ADSL a 14.95€ al mes (más llamadas) no es él solo, somos todos; cuando le devuelven los 4.37€ que le cargó una compañía cuando ya estaba de alta en otra no es simplemente alguien que ha conseguido dinero para dos cafés y una tostada, somos todos los que tomamos café con él, y, finalmente, cuando logra zafarse de los grilletes de la permanencia, somos todos un poco más libres.
Por eso la telépica es el género del momento, el que refleja el zeitgeist, y el que, sin duda, los arqueólogos literarios explorarán con fruición en siglos venideros. Sin saber, como
dije, que fue obra del Ministerio de Cultura, donde dicen los rumores que editan antologías para su sólo uso y disfrute.