2010-10-14 18:35
Acabo de leerme
Juego de Tronos, préstamo de mi
prestamista oficial, e iba a poner una reseña por aquí, pero he pensado que antes es mejor hablar de las reseñas en sí.
Especialmente, de lo jodidamente difícil que es leer una reseña negativa de algo, especialmente de libros. Si te vas a
Rotten Tomatoes te encontrarás a críticos que ponen a caldo una peli sin cortarse lo más mínimo. Pero para encontrar a alguien que ponga a caldo a una novela, hay que cavar más que para encontrar a un minero en Chile.
Conozco las razones para que eso ocurra, al menos en el caso de libros de autores españoles. Todo el mundo se mueve por Internet, y si desencuadernas a una novela el autor de la misma también te puede desencuadernar a ti, y seguro que sales perdiendo porque él (o ella, o el colectivo) tiene muchos más fanboys que tú. Y además, está a dos o tres grados de ti en la red social, e incluso puede que lo conozcas personalmente, así que para decir algo malo de él, te callas. Así que la crítica se sustituye por el silencio, y todo el mundo es más feliz; ya se sabe, arrieritos somos, y en el camino nos encontraremos.
Puede que también haya una razón más profunda. En un ambiente de relativismo cultural, está mal visto éticamente hablar mal de algo. Lo que cuenta es el esfuerzo invertido (presuntamente) en la obra, en vez de el resultado. Tó er mundo é güeno, y todo eso. No hay más que mirar las reseñas de libros en Amazon, y los votos de "helpful". Cuanto más negativas son, menos "helpful" votos tienen. Rara vez te vas a equivocar si das tres o cuatro estrellas, pero cuídate de dar una, porque te crujen.
La situación, por tanto, es efectivamente de censura, autocensura, pero censura al fin y al cabo, por lo que los reseñadores tienen que estrujarse las circunvoluciones cerebrales para hacer que una crítica arrasadora parezca en realidad un vago elogio. Se lee entre líneas, y se examina a las críticas como un palimpsesto, en busca de la
verdadera crítica. Lo que, eventualmente, resulta bastante entretenido. Y enriquecedor, qué duda cabe.