2011-04-24 11:45
De la sección de libros que he sido incapaz de terminar nos llega
este, que posiblemente decidí leer convencido por la entrada de BoingBoing que enlazo. Suficiente quizás para dejar de fiarme de susodicho blog. Porque el planteamiento es interesante: se trata de un libro con todos los ingredientes del
Steampunk: máscaras con tubos, dirigibles, mucho vapor por todos sitios y maravillas mecánicas.
Pero ser fiel a los cánones de un género no garantiza el éxito; de hecho, puede ser el heraldo de un fracaso estrepitoso si todo lo que haces es adherirte a ellos. La historia sigue a Briar Wilkes/Blue y su hijo Zeke Wilkes, esposa de un científico loco que creó la máquina que da nombre al libro, una taladradora que vendría estupendamente para el metro de Granada pero que en vez de eso se dedicó a hacer agujeros por debajo de Seattle, liberando un gas que, no os lo perdáis, convertía a la gente en zombies. Así que ni cortos ni perezosos, como el gas convenientemente tenía las moléculas muy gordas y se quedaba pegado al suelo (eso pasa, oye, no tienes más que mirar al CO
2) construyeron un muro alrededor de Seattle para que no saliera el gas. Ni los zombies, que ya se sabe que son gente de malos modales y habla incomprensible.
Pero claro, siempre tiene que haber un
gilipollasaventurero que se lance a lo que la naturaleza lo ha llamado, y se trata de Zeke, que quiere buscar al científico loco de su padre para demostrar o que no era científico, o que no estaba loco, o que los zombies no eran culpa suya, sino de un kraken subterráneo que pasaba por allí y se dedicó a hacer agujeros justo cuando Boneshaker estaba haciendo lo mismo. Y Briar, criada viendo telefilmes de Antena 3 en su televisión de vapor y por tanto concienciada en su papel de madre que tiene que ir a buscar a su shiquiyo para sacarlo de la droga o de donde sea, pues se mete también en el recinto amurallado para buscarlo.
Y eso es el libro. Lo busca. Sube. Baja. Es atacada por zombies. Los machaca. Baja. Sube. Se encuentra con uno. Mata zombies. El chiquillo, mientras tanto, sube y baja. Y es atacado por zombies. Y se monta en un dirigible. Y es atacado por piratas. Y luego zombies. Y suben, Y bajan. Y hablan de cosas que no tienen nada que ver con la trama, como la guerra civil americana. Y bajan y suben. Y cuando bajan y suben por enésima vez, yo cierro el
Papyre y busco un libro donde suban y bajen menos.
El libro tiene toda la pinta de la larguísima primera parte de una serie donde, en llegando al cuarto o quinto libro o páginas 2200 (acumulada) la madre y el hijo se encontrarán y se dedicarán a la cría del robot de vapor o algo. Puede que suceda al final del libro, pero, sinceramente, me cansaron demasiado como para averiguarlo. Así que evítenlo. Como las reseñas de
BoingBoing. O, para el caso, las mías.